Los Marcianos y la Nueva Tierra
En un rincón lejano del universo, en el planeta Zorblax, vivían los marcianos, unos seres curiosos y divertidos con piel verde y ojos grandes. En Zorblax, todo era paz y alegría, hasta que un día, un gran asteroide se acercó peligrosamente.
- ¡Miren! - grita Zorbulito, el más pequeño de los marcianos, señalando el cielo.
- Es un asteroide y se dirige hacia nosotros. ¡Debemos hacer algo! - dice la sabia anciana Marciana, conocida como Abuelita Zora.
El consejo de los marcianos se reunió rápidamente. La preocupación asomaba en sus rostros.
- ¿Qué haremos, Abuelita Zora? - preguntó Grom, el inventor más entusiasta del planeta.
- Debemos encontrar un nuevo hogar. No podemos quedarnos aquí y esperar lo peor - respondió Abuelita Zora.
Decididos a salvarse, los marcianos trabajaron sin descanso. Grom puso en marcha su increíble cohete, que había estado diseñando durante años.
- ¡Listos, todos a bordo! - anunció Grom mientras abría las compuertas del cohete. Fue un momento de emoción y un poco de miedo.
A medida que despegaban, el paisaje de Zorblax se hacía más pequeño. A través de la ventana del cohete, Zorbulito miraba con tristeza su hogar.
- ¿Y si nunca volvemos? - preguntó con una lágrima en el ojo.
- No te preocupes - le consoló Grom. - La aventura nos llevará a amigos nuevos y a un nuevo hogar.
Tras un largo viaje entre estrellas y planetas desconocidos, finalmente avistaron la Tierra. Era un hermoso planeta azul lleno de vida.
- ¡Miren! - exclamó Zorbulito, con ojos brillantes. - ¡Es tan hermoso! ¿Podremos vivir aquí?
- Debemos aterrizar primero y ver si podemos hacer amigos - dijo Grom, aterrizando el cohete en un claro del bosque.
Al salir, fueron recibidos por un grupo de niños que jugaban.
- ¡Hola! - gritó uno de los niños, asombrados por la llegada de unos extraños seres.
Los marcianos, un poco tímidos al principio, se acercaron.
- ¡Hola, somos los marcianos de Zorblax! - dijo Zorbulito, moviendo sus brazos emocionado.
Los niños, al principio desconcertados, sonrieron y uno de ellos, Sofía, se acercó:
- ¡Qué lindos son! ¿Quieren jugar con nosotros?
Y así comenzaron a jugar al fútbol, saltando y riendo juntos. Zorbulito, con su energía inagotable, mostró a todos sus nuevos amigos cómo hacer piruetas en el aire. Grom, con sus inventos, les enseñó a hacer cohetes de papel.
Sin embargo, pronto los marcianos se dieron cuenta de que su llegada había causado revuelo en el pueblo cercano. Algunos adultos se asustaron y comenzaron a murmurar.
- ¡Miren, unos extraterrestres! - dijeron.
Los marcianos sintieron miedo, recordando el clima de preocupación en Zorblax.
- ¡Debemos irnos! - exclamó Abuelita Zora, temiendo lo peor.
Pero Zorbulito tenía una idea.
- ¡No! - dijo. - ¡Vamos a mostrarles que somos buenos! - Empezó a recoger flores del campo y se las trajo a los adultos.
- Este planeta es tan bello y queremos cuidarlo - explicó Zorbulito, su voz llena de determinación.
Los adultos, tocados por la valentía del pequeño marciano, comenzaron a acercarse.
- ¿En serio? - preguntó uno de ellos, con curiosidad.
- ¡Sí! - gritó Grom, que había traído uno de sus inventos para ayudar a reciclar. - Podemos aprender juntos y proteger este planeta.
Los niños y adultos comenzaron a hablar, compartir historias y, lo más importante, aprender unos de otros. En poco tiempo, los marcianos se convirtieron en amigos y miembros de la comunidad.
- ¡Nunca había visto un cohete como el tuyo! - dijo un niño, admirando el artefacto de Grom.
- ¿Nos enseñarías a hacerlo? - preguntó Sofía.
Con el tiempo, los marcianos adaptaron su conocimiento y habilidades para ayudar a sus nuevos amigos. Juntos, plantaron árboles, limpiaron ríos y celebraron fiestas llenas de risas y baile.
Abuelita Zora sonrió al ver cómo sus pequeños compatriotas habían superado sus miedos:
- Nos hemos encontrado en un lugar diferente, sí. Pero hemos encontrado algo valioso: la amistad.
Zorbulito miró al cielo, buscando las estrellas de su antiguo hogar.
- Quizás podamos visitar Zorblax en el futuro - dijo esperanzado. - Pero ahora estoy feliz aquí, entre amigos.
Con el paso del tiempo, los marcianos siguieron contando historias de su planeta natal y ayudaron a que todos comprendieran lo importante que es cuidar de su hogar. La Tierra se llenó de nuevos colores y sonrisas, y los marcianos nunca olvidaron de dónde venían, llevando consigo en sus corazones a Zorblax y su hermosa gente.
Y así, en un nuevo hogar, los marcianos y los terrícolas demostraron que, aunque vinieran de lugares diferentes, la amistad siempre puede encontrar el camino.
Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.
FIN.