Los Mellizos y la Última Semilla
Érase una vez, en un pequeño pueblo rodeado de frondosos árboles y ríos brillantes, dos mellizos llamados Lila y Tomás. Eran inseparables y pasaban sus días explorando la naturaleza. Un día, mientras jugaban en el bosque, se toparon con una semilla brillante que nunca habían visto antes.
"¡Mirá, Tomás! Esta semilla es especial, brilla como una estrella," dijo Lila entusiasmada.
"Sí, Lila. Debemos llevarla a casa y cuidarla. Quizás crezca algo increíble," respondió Tomás con curiosidad.
Decidieron plantarla en su jardín. Cada mañana, Lila y Tomás la regaban con cariño. Pero, pasaron los días y no pasaba nada.
"Quizás no era tan especial después de todo," suspiró Lila un día.
"No, tenemos que ser pacientes. Las cosas hermosas llevan tiempo en crecer," dijo Tomás con determinación.
Después de una semana, mientras estaban en el jardín, comenzaron a notar un pequeño brote asomando.
"¡Mirá! Está naciendo, Lila!"
"¡Qué emoción, Tomás!" gritaron juntos.
A medida que pasaban los días, la planta crecía y se transformaba en una hermosa flor de colores vibrantes. La flor atraía a mariposas y abejas, llenando el jardín de vida y alegría.
Un día, mientras jugaban cerca de la flor, se acercó una anciana del pueblo.
"¡Qué hermosa flor han cultivado! Es muy especial, ¿saben?" dijo la anciana.
"¿De verdad?" preguntó Lila, asombrada.
"Sí, esta flor tiene el poder de cumplir un deseo, pero solo uno por cada persona. Deben pensar muy bien en lo que desean," explicó la anciana.
Los mellizos se emocionaron por esta noticia.
"¿Qué vas a pedir, Tomás?" preguntó Lila, llenándose de entusiasmo.
"No sé, hay tantas cosas que podría pedir," contestó él, pensando en voz alta.
Decidieron pensar en sus deseos durante varios días. Pero algo comenzó a inquietar a Lila.
"Tomás, ¿y si alguien pide algo egoísta? ¿Podría dañar a los demás?"
"Tenés razón, Lila. Deberíamos pedir algo que ayude a todos en el pueblo," concluyó Tomás.
Al llegar el día de hacer sus deseos, se pusieron de pie frente a la flor.
"Yo deseo que todos los niños del pueblo tengan acceso a libros y un lugar donde leer," dijo Lila con voz firme.
"Y yo deseo que el jardín de nuestra escuela crezca y se llene de flores, para que todos puedan disfrutar de la naturaleza y aprender sobre ella," pidió Tomás.
La flor brilló intensamente y, con un suave viento, concedió sus deseos. En las semanas siguientes, una biblioteca se abrió en el pueblo, y el jardín de la escuela floreció como nunca antes.
Los mellizos se sintieron llenos de alegría al ver cómo su decisión había beneficiado a su comunidad.
"Lo hicimos, Lila! Nuestros deseos ayudaron a todos," dijo Tomás emocionado.
"Sí, y todo comenzó con una semilla. A veces, las acciones más pequeñas pueden tener un gran impacto," reflexionó Lila.
Así, los mellizos aprendieron que la bondad y el pensamiento hacia los demás son semillas que, cuando se plantan en el corazón, pueden florecer en algo maravilloso. Y desde entonces, cuidaron su jardín con más amor que nunca, recordando que el verdadero poder de la semilla no era solo hacer deseos, sino contribuir al bienestar de todos a su alrededor.
FIN.