Los mensajes en la botella
Había una vez un niño llamado Tomi que vivía en un pequeño pueblo junto al río. Era un niño curioso y soñador, siempre buscando aventuras. Un día decidió ir a explorar la orilla del río.
- ¡Hoy será un gran día! - dijo Tomi con entusiasmo.
Primero, caminó por la orilla, mirando las piedras y las plantas que lo rodeaban. En su exploración, encontró una botella de vidrio medio enterrada en la arena.
- ¡Mirá esto! - exclamó.
- ¡Qué raro! Tiene algo adentro.
En primer lugar, tomó la botella y la limpió. Cuando la abrió, encontró un viejo pergamino enrollado. Desplegó el pergamino y leyó:
- “Si esta botella ha llegado a tus manos, es porque necesito tu ayuda”.
Luego, el escrito continuaba describiendo a un pez dorado que vivía en el río y que había perdido su brillo. El pez necesitaba a alguien que lo ayudara a recuperarlo.
- Esto suena como una aventura - pensó Tomi. - ¡Debo ayudarlo!
Después de leer el mensaje, Tomi decidió buscar al pez. Preguntó a su amiga Clara, quien sabía mucho sobre los habitantes del río.
- Clara, encontré un mensaje en una botella. Dice que hay un pez dorado que necesita ayuda. ¿Sabés cómo puedo encontrarlo?
Enseguida, Clara miró a Tomi con emoción.
- Sí, he oído hablar de él. Vive cerca de la cascada, pero debes ser amable.
Más tarde, los dos amigos emprendieron el camino hacia la cascada, hablando sobre la importancia de ayudar a los demás y cómo pequeños gestos podían hacer una gran diferencia.
Cuando llegaron, el sonido del agua era ensordecedor.
- ¡Tomi, mira! - dijo Clara apuntando con el dedo.
- ¡Allí está! - respondió Tomi, emocionado.
A continuación, se acercaron al pez dorado que nadaba triste. Tomi se agachó y le habló con ternura:
- ¡Hola, pez dorado! Encontramos tu mensaje. ¿Cómo podemos ayudarte?
El pez levantó la mirada y respondió:
- He perdido mi brillo porque estoy triste. Extraño a mis amigos que se fueron nadando a otro río.
Tomi pensó un momento y luego dijo:
- ¿Te gustaría que te ayudemos a encontrar a tus amigos?
El pez dorado iluminó su mirada con esperanza.
- Sí, eso haría que me sintiera mucho mejor.
Por último, Tomi y Clara decidieron ayudar al pez a buscar a sus amigos. Nadarían río abajo y preguntarían a otros peces si los habían visto. Después de recorrer un buen tramo, se encontraron con un grupo de peces y, al preguntar, se dieron cuenta de que los amigos del pez dorado estaban más cerca de lo que pensaban.
- ¡Los tenemos! - exclamó Clara. - Están en la playa de pasto verde.
Con gran alegría, el pez dorado llevó a Tomi y Clara hacia el lugar indicado. Y, para su sorpresa, allí estaban los amigos del pez dorado, saltando felices.
- ¡Los encontré! - gritó el pez dorado. - ¡Gracias, amigos!
Así, Tomi y Clara fueron testigos de un reencuentro lleno de alegría. El pez dorado recuperó su brillo, no solo porque encontró a sus amigos, sino porque también había sido ayudado por dos valientes corazones.
- ¡Lo logramos! - dijo Tomi. - A veces, solo se necesita un poco de ayuda.
Desde ese día, Tomi aprendió que, en la vida, siempre es bueno tender una mano a quienes lo necesitan, y de esa manera, muchos corazones pueden brillar.
FIN.