Los Misterios de la Noche



El sol se había ocultado por completo y la noche había caído sobre la pequeña ciudad. En la casa de los Martínez, Javier y Laura se encontraban solos, una vez más. Como siempre, sus padres habían salido por un par de horas, dejando a los hermanos al cuidado de sí mismos.

- ¿Qué hacemos, Javier? – preguntó Laura, con los ojos grandes y curiosos.

- No sé, quizás podríamos hacer algo divertido, ¡como jugar a las sombras! – respondió Javier, emocionando a su hermana.

Laura se puso de pie y corrió hacia el salón, mientras Javier buscaba una linterna. Cuando la encendió, la luz proyectó una sombra gigante en la pared.

- ¡Mirá cómo se mueve! – gritó Laura, haciendo gestos con sus manos para modificar la forma de la sombra.

- ¡Eso es genial! Pero, ¿y si hacemos un teatro de sombras? – sugirió Javier, cuya mente ya empezaba a imaginar historias.

Laura aplaudió con alegría. – ¡Sí, sí! ¡Vamos a inventar una historia!

Ambos hermanos se sentaron en el suelo y empezaron a idear los personajes. Javier dijo:

- Bueno, yo voy a ser un valiente caballero que va en busca de un tesoro escondido en la oscuridad. ¿Y vos?

- Yo seré una intrépida exploradora que lleva un mapa misterioso – dijo Laura levantando su linterna como si fuese una antorcha.

Comenzaron a contar su historia mientras las sombras se movían divertidamente por las paredes. Con cada nuevo giro, la intrépida exploradora enfrentaba retos, mientras que el caballero luchaba contra dragones imaginarios. Pero pronto, surgió un giro inesperado.

- ¡Oh no, Laura! ¡El dragón está protegiendo el tesoro! ¿Qué haremos? – exclamó Javier, con voz dramática.

Laura se dejó llevar por su imaginación y propuso: – Tal vez podamos negociar con el dragón, ofrecerle algo a cambio del tesoro.

Javier pensó por un momento y luego dijo: – ¡Sí! ¡Podemos ofrecerle nuestro valioso mapa!

Mientras actuaban su improvisada escena, un ligero ruido interrumpió sus risas. Laura y Javier se asustaron.

- ¿Escuchaste eso? – preguntó Laura, mirando a su hermano con ojos de incertidumbre.

Javier asintió, con la linterna temblando un poco en sus manos. – Tal vez sea el dragón de verdad... – bromeó, aunque su voz sonaba un poco temerosa.

Decididos a averiguar qué estaba pasando, los dos se acercaron al origen del ruido. Abrieron la puerta del patio trasero y, al iluminar con la linterna, descubrieron un pequeño gato negro que estaba atrapado entre las ramas de un arbusto.

- ¡Mirá, Laura! ¡Es solo un gatito! – exclamó Javier.

Laura se agachó con suavidad y dijo: – Ven aquí, pequeño. No te preocupes, te ayudaremos.

Ambos comenzaron a liberar al gato con mucho cuidado. Una vez que lograron sacarlo de su enredo, el gatito, aligerado, empezó a ronronear y se frotó contra las piernas de los chicos.

- ¡Es tan lindo! – dijo Laura, acariciando al gato con ternura. Entonces, observó el collar que tenía. – ¡Mirá, tiene una dirección! ¡Podemos devolverlo a su casa!

Javier asintió y, emocionados por su nuevo descubrimiento, decidieron que irían a ayudar a ese pequeño amigo.

- ¡Espera! – dijo Laura. – Pero es de noche, ¿y si hay dragones?

- No hay dragones, Laura. Solamente tenemos que ser valientes, como en nuestra historia. n

Así que, armándose de valor y con su linterna iluminando el camino, salieron de casa, llevando al gatito entre sus brazos.

Mientras caminaban, contaban historias para distraerse. De repente, se dieron cuenta de que un perro callejero los había estado siguiendo.

- Javier, ¿crees que el perro también quiere unirse a nuestra aventura? – preguntó Laura, riendo.

- Puede ser, ¡pero...tal vez sea un perro guardián de un tesoro! – dijo Javier, con humor.

Finalmente, llegaron a la dirección indicada en el collar del gatito. Era una casa sencilla con un pequeño jardín. Al tocar el timbre, una señora mayor abrió la puerta y, al ver al gatito, su rostro se iluminó.

- ¡Oh, Charlie! ¡Te había perdido! – exclamó sorprendida la señora. – No sé cómo agradecerles.

- No fue nada, solo queríamos ayudar – respondió Javier, sintiéndose muy orgulloso.

- ¿Podemos contarle a nuestra mamá y papá que ayudamos a Charlie a volver a casa? – preguntó Laura, aún juntando las manos con entusiasmo.

- ¡Claro que sí! – dijo la señora. – Gracias, chicos. Ustedes son verdaderos héroes.

Caminando de regreso a casa bajo la luz de la luna, Javier y Laura compartieron su felicidad por la aventura.

- Viste, no había dragones, solo un lindo gato y un perro curioso. – dijo Javier, sonriendo.

- Lo bueno de la noche es que siempre nos trae sorpresas, ¿no? – respondió Laura, mientras tocaban de nuevo la puerta de su hogar.

Así, esa noche, los hermanos no solo crearon su propia historia, sino que aprendieron que ser valiente a veces significa ayudar y hacer lo correcto por los demás. Nunca sabían qué aventuras podrían surgir en la oscuridad, pero con un poco de imaginación y corazón, todo era posible.

FIN.

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