Los Mocosos y la Gran Aventura de los Mocos



Era una vez, en un lugar muy especial, un grupo de niños llamados Los Mocosos. Ellos eran amigos inseparables y siempre estaban listos para vivir aventuras. Un día, mientras jugaban en el parque, notaron algo raro. Por un momento, se detuvieron y sintieron que el aire estaba un poco extraño.

"¿Viste eso?", dijo Sofía, la más curiosa del grupo.

"Sí, sentí como si algo estuviera en el aire", respondió Tomás, siempre tan observador.

"¡Vamos a investigar!", exclamó Juan, que nunca dudaba en aventurarse.

Los Mocosos decidieron seguir un ligero olor a eucalipto que flotaba a su alrededor. Siguiendo el perfume, llegaron a un gran árbol lleno de coloridas hojas. De repente, un pequeño bicho salía de entre las ramas.

"¡Hola! Soy Moco, el guardián de los mocos", dijo el bicho, que era verde y peludito.

"¿Mocos?", preguntó Ana, sorprendida.

"Sí, mocos. Esa cosita que a veces te sale de la nariz", explicó Moco.

"Pero, ¿existen los mocos como vos?", inquirió Juan.

"¡Claro! Cada vez que alguien respira, nuestro equipo de mocos se activa. Estamos aquí para proteger las narices de los peligros del mundo exterior", aseguró Moco, haciendo una pequeña danza.

Los Mocosos se miraron entre ellos, intrigados por lo que Moco estaba diciendo.

"¿Y cómo se forman?", preguntó Sofía.

"Es simple. Cuando el aire pasa por la nariz, recoge polvo, polen y gérmenes. Para proteger tu cuerpo, nosotros, los mocos, nos formamos. ¡Hacemos que todo eso quede atrapado y no le haga mal a tu cuerpo!", explicó Moco con orgullo.

Los niños nunca habían pensado en los mocos de una forma tan positiva.

"¡Qué importante es!", dijo Tomás.

"Sí, ¡me siento un héroe con cada moco que tengo!", rió Ana.

Pero entonces, una nube oscura apareció en el horizonte y comenzó a acercarse.

"¡Oh no! ¡Son los Germenes!", gritó Moco.

"¿Qué hacemos?", preguntó Juan, sintiéndose algo asustado.

"¡Los mocos! ¡Necesitamos ayudarlos a protegerse!", sugirió Sofía valientemente.

Así que Los Mocosos decidieron ayudar a Moco en su misión. Corrieron al árbol, y Moco les mostró cómo hacer su propia "moco-máquina". Con un poco de arcilla y hojas de los alrededores, construyeron un artefacto que podría producir mocos.

"Cuando sientan que los gérmenes se acerquen, ¡aprieten el botón!", instruyó Moco emocionado.

Los niños activaron la máquina justo a tiempo. Los mocos comenzaron a brotar y se dispersaron en el aire, creando una barrera contra los gérmenes.

"¡Lo hicimos! ¡Los mocos nos están ayudando!", gritó Juan.

"¡Qué gran trabajo en equipo, chicos!", agregó Moco, entusiasmado.

Finalmente, los gérmenes, aturdidos por la lluvia de mocos, decidieron irse y nunca regresar.

"Gracias, Moco. Te prometemos que siempre valoraremos la importancia de los mocos", fue el acuerdo final de Los Mocosos.

"Y que, aunque a veces no sean bienvenidos, los mocos son nuestros amigos. ¡Viva el moco!", concluyó Moco, haciendo un baile de celebración.

Desde aquel día, Los Mocosos nunca más miraron a los mocos de la misma manera. Ahora sabían que eran pequeños héroes que cumplían una tarea muy importante. Juntos, ellos defendieron el parque y ayudaron a otros niños a entender la gran misión de los mocos. Fin.

FIN.

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