Los Monitos del Bosque Mágico
Había una vez en un tranquilo pueblo argentino, dos niños llamados Mateo y Lucía. Ellos eran los mejores amigos y se pasaban los días explorando los secretos del bosque que estaba cerca de su casa. Un día soleado decidieron adentrarse un poco más que de costumbre. Mientras caminaban entre los árboles altos y los arbustos verdes, escucharon un ruido extraño.
- ¿Qué fue eso? - preguntó Lucía, mirando alrededor con curiosidad.
- No sé, pero ¡vamos a investigar! - respondió Mateo con una sonrisa amplia.
Siguieron el sonido y, para su sorpresa, encontraron un grupo de monos juguetones saltando entre las ramas. Los monos eran grises, con ojos grandes y curiosos, y parecían muy divertidos.
- ¡Mirá, Lucía, son monos! - exclamó Mateo, llenándose de emoción.
- ¡Sí, son tan lindos! - dijo Lucía, moviendo la mano para saludarlos.
Los monos, al ver a los niños, se acercaron rápidamente y comenzaron a hacer piruetas y trucos. Mateo y Lucía se rieron, contagiados por la alegría de los monos. Pronto comenzaron a jugar a lanzar una pelota, y los monos se la pasaban entre ellos como si también jugaran.
- ¡Son muy buenos jugando! - gritó Mateo riendo. - ¡Mirá cómo la pasan de uno a otro!
- ¡Son súper divertidos! - dijo Lucía mientras chocaba los cinco con uno de los monos.
Pero no todo sería diversión. Después de un rato, Mateo se dio cuenta de que uno de los monos, al que llamaron Moni, estaba llorando.
- ¿Por qué lloras, Moni? - preguntó Mateo, preocupándose por su nuevo amigo.
- ¡Hooon-hoon! - hizo Moni mientras señalaba un arbusto cercano.
- ¿Qué será lo que le preocupa? - indagó Lucía.
Los niños se acercaron y encontraron un pequeño mono atrapado entre las ramas.
- ¡Ay no! ¡El hermanito de Moni está atrapado! - gritó Lucía.
- Tenemos que ayudarlo - dijo Mateo decidido.
Con cuidado, ellos comenzaron a mover las ramas para liberar al pequeño mono.
- ¡Cuidado, se va a asustar! - advirtió Lucía.
- No te preocupes, yo le voy a hablar - dijo Mateo suavemente.
Finalmente, lograron liberar al mono. Moni y su hermanito se abrazaron, y todos los monos se pusieron a saltar de felicidad.
- ¡Estamos muy felices, gracias! - aulló Moni, mientras él y su hermanito ofrecían algunas hojas en señal de gratitud.
- ¿Qué significan estas hojas? - preguntó Lucía.
- ¡Significan amistad! - respondió Mateo, emocionado.
Desde ese día, los niños y los monos se volvieron inseparables. Cada vez que Mateo y Lucía iban al bosque, los monos los esperaban con ganas de jugar. Sin embargo, un día, un grupo de adultos llegó al bosque con la intención de cortar algunos árboles para hacer una gran construcción.
- ¡No puede ser! - gritó Lucía al ver lo que ocurría. - ¡Tenemos que hacer algo!
- Pero, ¿qué podemos hacer? - preguntó Mateo, preocupado.
- ¡Llamemos a nuestros amigos! - sugirió Lucía.
Decididos, los niños corrieron al colegio y reunieron a todos sus compañeros. Todos juntos, con pancartas y gritos de protesta, volvieron al bosque. Los monos también participaron, haciendo ruidos y saltando de un lado a otro.
- ¡No pueden cortar nuestro bosque! - gritaban los niños. - ¡Los animales necesitan su hogar!
Los adultos, al ver a tantos niños y monos unidos, se detuvieron y comenzaron a escuchar. Un hombre mayor, que era el jefe del grupo, se acercó y les preguntó qué estaba pasando.
- ¡El bosque es el hogar de los monos y muchos otros animales! - explicó Mateo, con voz firme.
- ¡Y nosotros amamos este lugar! - agregó Lucía.
El hombre, tocado por la pasión de los niños y la unión de los monos, decidió cancelar el proyecto de construcción.
- Tenés razón, debemos cuidar la naturaleza - admitió.
Así, los niños y los monos celebraron su victoria. Se abrazaron y bailaron de felicidad, sintiéndose felices de haber protegido su hogar.
Esa tarde, después de la aventura, los niños aprendieron la importancia de cuidar el medio ambiente y de que, a veces, solo hace falta tener coraje y unirse para lograr grandes cosas.
- ¡Nunca olvidemos a nuestros amigos del bosque! - dijo Lucía mientras miraba a los monos.
- ¡Sí! ¡Siempre juntos por nuestro bosque! - exclamó Mateo.
Y así, los niños y los monos continuaron sus aventuras, explorando el bosque y cuidándolo para siempre. Cada vez que alguien les preguntaba sobre su especial amistad, ellos respondían con una sonrisa.
- ¡Los amigos se cuidan, y nosotros somos los mejores cuidadores del bosque!
Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.
FIN.