Los Monstruos Amigables
En un bosque encantado, donde los árboles susurraban secretos al viento, vivían cuatro monstruos muy peculiares. Un día, dos de ellos, Rumboso y Zancudo, decidieron hacer nuevos amigos: Pompón y Suavecito, que antes habían sido un poco traviesos. Juntos, formaron un grupo amistoso que pasaba días llenos de risas y juegos.
Un año atrás, la familia Pérez había estado de vacaciones en ese mismo bosque y, sin querer, asustaron a los monstruos mientras hacían un picnic. Los monstruos, asustados, se escondieron y la familia se fue, dejando atrás solo un recuerdo. Entonces, un plan travieso surgió entre los cuatro amigos: "¿Por qué no les damos un buen susto cuando vuelvan?", propuso Zancudo.
"¡Sí! Será divertido", respondió Rumboso, imaginando las caras asustadas de los humanos.
Pompón y Suavecito, aún indecisos, se unieron al plan, pensando que podría ser una buena forma de recuperar su orgullo perdido. Así que se prepararon para la gran llegada de la familia Pérez.
Un día, la familia decidió volver al bosque, lista para acampar. Mientras cargaban el coche con las provisiones, los cuatro monstruos se escondieron detrás de unos arbustos.
"Cuando aparezcan, más les vale estar listos para un susto de verdad", murmuró Rumboso.
Pero mientras los monstruos pensaban en su plan, algo inesperado pasó. Cuando la familia llegó y empezó a deshacer las cosas del auto, vieron algo brillante entre los árboles. Era un pequeño ardillón que estaba atrapado en una rama.
"¡Mirá, un ardillón!",
dijo la pequeña Sofía, acercándose.
"Pobre, parece que necesita ayuda!", agregó su hermano Tomás.
En lugar de asustarse, los Pérez se pusieron a liberar al ardillón.
"¡Vamos a ayudarlo!", exclamó Sofía.
Los cuatro monstruos observaron desde la distancia, confundidos.
"¿No van a salir corriendo ni nada?", preguntó Suavecito, un poco decepcionado.
"Pero ellos están haciendo algo bueno", respondió Zancudo.
Cuando Sofía y Tomás finalmente liberaron al ardillón, este se fue saltando feliz, y la familia festejó su buena acción.
Los monstruos, aunque un poco frustrados, comenzaron a sentir algo diferente. Vieron a la familia reír y disfrutar de su tiempo juntos. Al final, Rumboso rompió el silencio,
"Quizás deberíamos presentarles a nuestros amigos, en lugar de asustarles".
"Buena idea", dijo Pompón, entusiasmado.
Se acercaron un poco más y, temerosos, se presentaron:
"¡Hola! Somos Rumboso, Zancudo, Pompón y Suavecito. No queríamos asustarlos... queríamos ser amigos".
La familia, sorprendida, miró a los monstruos que se estaban presentando con voz amable.
"¿Amigos?", preguntó Tomás, con curiosidad.
"¡Sí!", respondió Suavecito, "Nos entristeció que se fueran sin conocernos".
La mamá Pérez sonrió y dijo:
"Nosotros también teníamos miedo de ustedes, pero veo que sólo quieren jugar".
"¡Por supuesto! ¿Nos ayudarán a armar la carpa?", agregó Sofía.
Los monstruos se miraron entre sí con ojos brillantes de felicidad.
"¡Claro que sí!", gritó Rumboso, saltando de alegría.
Así, los monstruos y la familia Pérez pasaron juntos una hermosa tarde, armando la carpa, contando historias y jugando en el bosque. Nunca imaginaron que aquellos seres grandes y animals pudieran ser tan buenos amigos.
Desde entonces, los monstruos aprendieron que no todos los humanos eran malos y que la amistad vale más que cualquier venganza.
"A veces, lo mejor es dejar atrás el miedo y abrir el corazón", dijo Suavecito mientras observaban la puesta de sol juntos.
Y así, el bosque resonó con las risas de cuatro monstruos y una familia que, juntos, siempre recordarían que un acto de bondad puede transformar incluso las revanchas en una amistad para toda la vida.
FIN.