Los Monstruos Amistosos de Adam
En un tranquilo barrio de Buenos Aires, vivía un niño llamado Adam. Adam era un chico curioso, siempre lleno de energía y con una gran imaginación. Un día, mientras jugaba en su habitación, escuchó un ruidito raro debajo de su cama.
"¿Quién anda ahí?" - preguntó Adam con voz temblorosa.
Para su sorpresa, un pequeño monstruo de color verde azulado salió de debajo de la cama.
"¡Hola! Soy Nubi, el monstruo de la risa" - dijo el monstruo con una sonrisa amplia. "Estaba buscando un lugar para jugar ¡y encontré tu cuarto!"
Adam, aunque asustado al principio, se dio cuenta de que Nubi era amigable. Ambos comenzaron a jugar juntos y a inventar cuentos de aventuras. Pero Nubi le confesó algo que inquietó a Adam.
"A veces, cuando me siento triste, me escondo aquí porque me da miedo salir al mundo exterior".
Adam no podía creerlo. ¡Un monstruo que tenía miedo! Pero en lugar de asustarse, decidió ayudar a Nubi. Así que le propuso un plan.
"¿Qué te parece si salimos juntos y exploramos el vecindario? Te prometo que no hay nada que temer".
Nubi dudó, pero la energía y la amistad de Adam lo convencieron. Así, con un poco de coraje, los dos amigos salieron al jardín.
De repente, un monstruo enorme y de color púrpura apareció detrás de un árbol. Adam se asustó, pero Nubi lo animó.
"¡No tengas miedo, Adam! Ese es Bruno, el monstruo de los abrazos. Él solo quiere ser amigo".
Adam respiró hondo y, con un poco de timidez, se acercó a Bruno.
"Hola, soy Adam. ¿Te gustaría jugar con nosotros?" - preguntó.
Bruno sonrió, mostrando sus enormes dientes. "¡Me encantaría!". Y así, los tres comenzaron a jugar a las escondidas. Adam se dio cuenta de que Bruno era realmente bueno en ese juego.
Cada día, Adam descubría más y más monstruos en su casa. Había a Xia, la monstruo de las historias, que siempre tenía un cuento nuevo que contar, y Lammy, la monstruo de las nubes, que hacía que el salón se llenara de algodonadas formas flotantes. Todos tenían algo en común: cada uno de ellos se sentía un poco diferente y asustado de ser visto.
Adam se volvió el mejor amigo de todos ellos. Los animaba a salir de su escondite y afrontar sus miedos. Les enseñaba que ser diferente era genial y que podían ser amigos de cualquier persona, monstruo o no.
"¡Somos un gran equipo!" - exclamó Adam un día, mientras todos se reían en el jardín. "No importa si somos diferentes, ¡lo importante es que jugamos juntos!".
Pero un día, Adam se dio cuenta de que Nubi no estaba bien. Estaba triste y no quería jugar. Preocupado, se acercó.
"¿Qué pasa, Nubi?" - le preguntó Adam.
"Es que tengo miedo de que un día no puedas seguir siendo mi amigo. Quizás los humanos no quieren ser amigos de los monstruos".
Adam tuvo una idea brillante para ayudar a Nubi a superar su miedo. "Hagamos una fiesta de monstruos en mi casa! Invitemos a todos los niños del barrio".
Nubi se asustó al principio, pero Adam le aseguró que todo estaría bien. Juntos, hicieron invitaciones coloridas y llenas de dibujos de monstruos. El día de la fiesta, el jardín de Adam se transformó en un mundo mágico, lleno de risas y juegos. Los niños llegaron, sorprendidos, pero muy pronto se dieron cuenta de que los monstruos eran muy divertidos.
La fiesta fue un éxito y hasta la mamá de Adam quedó impresionada al ver a Susi, la monstruo de las sonrisas, robarle una galletita de la mesa. Todos los niños aprendieron a no juzgar por las apariencias y a jugar juntos, sin importar cómo fueran.
Desde ese día, Nubi, Bruno y todos los monstruos nunca más se sintieron solos. Adam había creado un puente entre dos mundos: el de los humanos y el de los monstruos. Aprendieron que la amistad no tiene límites, y que todos tienen su lugar en este mundo.
Adam sonrió mientras miraba a todos jugar en su jardín. "Nunca dejes que tus miedos te alejen de tus sueños y de la gente que amas" - les dijo a sus amigos monstruosos.
FIN.