Los Monstruos de las Emociones
Había una vez un niño llamado Lázaro, quien era muy introvertido y siempre le daba miedo expresar sus emociones. Aunque sentía alegría, tristeza, enojo y miedo como cualquier otro niño, prefería guardar todo eso para sí mismo.
Un día, mientras caminaba por el parque, Lázaro encontró una extraña caja abandonada cerca de un árbol. Curioso como era, decidió abrirla y se sorprendió al descubrir que dentro había unos pequeños monstruos de colores brillantes.
Los monstruos resultaron ser los Monstruos de las Emociones: Alegrito, Tristón, Enfurecido y Miedoso. Cada uno representaba una emoción diferente y estaban allí para ayudar a Lázaro a entender y expresar sus propios sentimientos.
Alegrito era un monstruo amarillo con una gran sonrisa en su rostro. Siempre estaba contento e irradiaba felicidad por donde iba. -Tristón dijo: "¡Hola Lázaro! Soy Alegrito y estoy aquí para enseñarte cómo disfrutar la vida y encontrar la alegría incluso en los momentos más difíciles".
Tristón era un monstruo azul con lágrimas constantemente rodando por sus mejillas. -En medio de sollozos dijo: "Yo soy Tristón... No tengas miedo de sentirme... Todos tenemos días tristes a veces... Te mostraré cómo llorar puede ser liberador".
Enfurecido era un monstruo rojo con grandes brazos musculosos. -Bravamente exclamó: "¡Soy Enfurecido! Está bien estar enojado, pero también es importante aprender a manejar esa emoción de manera saludable".
Miedoso era un monstruo verde pequeño que siempre se escondía detrás de los demás. -Tímido dijo: "Y-yo s-soy M-miedoso... T-todos tenemos miedo alguna vez... Pero no debes dejar que te controle. Te mostraré cómo enfrentar tus miedos".
Los Monstruos de las Emociones se convirtieron en los amigos más cercanos de Lázaro. Juntos, recorrieron una emocionante aventura llena de risas, lágrimas y momentos desafiantes. En cada situación, los monstruos le enseñaban a Lázaro cómo reconocer sus propias emociones y expresarlas adecuadamente.
Aprendió que la alegría podía encontrarse incluso en las cosas más simples, que llorar no era algo malo y que el enojo podía ser controlado sin hacer daño a otros.
Poco a poco, Lazaro fue ganando confianza para hablar sobre lo que sentía con su familia y amigos. Ya no tenía miedo de expresarse y descubrió lo liberador que era compartir sus emociones con quienes lo rodeaban. Con el tiempo, Lazaro se convirtió en un niño feliz y seguro de sí mismo.
Los Monstruos de las Emociones siempre estarían allí para recordarle la importancia de aceptar todas sus emociones y ayudarlo cuando necesitara entenderlas mejor. Desde aquel día, Lazaro supo que nunca estaría solo frente a sus sentimientos.
Con Alegrito, Tristón, Enfurecido y Miedoso como sus fieles compañeros, sabía que siempre podría enfrentar cualquier emoción que le viniera. Y así, Lazaro aprendió que expresar sus emociones era algo natural y hermoso.
Cada una de ellas tenía su lugar en su vida y lo ayudaban a crecer y aprender cada día.
FIN.