Los Monstruos de Mateo


Había una vez un niño llamado Mateo que vivía en un pequeño pueblo rodeado de montañas y bosques.

Mateo era un niño muy especial, ya que tenía diferentes personalidades representadas por monstruos de las emociones que habitaban en su interior. Por las mañanas, cuando Mateo se despertaba, el primer monstruo que salía a la luz era Felipón, el monstruo de la alegría. Felipón era grande y animal, con una sonrisa tan brillante que iluminaba toda la habitación.

Siempre estaba dispuesto a jugar y a hacer reír a Mateo con sus ocurrencias. "¡Buenos días, Mateo! ¡Hoy va a ser un día genial! ¡Vamos a divertirnos mucho!", exclamaba Felipón mientras saltaba de un lado a otro.

Pero no todas las personalidades de Mateo eran tan amigables como Felipón. Por las tardes, cuando llegaba la hora de hacer los deberes escolares, aparecía Grucius, el monstruo del enfado.

Grucius era pequeño pero muy temperamental, con ojos rojos como brasas y humo saliendo por sus orejas. "¡No quiero hacer los deberes! ¡Son aburridos y difíciles!", gruñía Grucius mientras tiraba los lápices al suelo.

Para ayudar a Mateo a lidiar con estas diferentes personalidades, surgieron otros dos monstruos: Amoroso, el monstruo del cariño; y Serenita, el monstruo de la calma. Amoroso era un peluche gigante con brazos enormes para abrazar fuerte a Mateo cuando más lo necesitaba.

Serenita tenía forma de nube esponjosa y emitía una música relajante que ayudaba a tranquilizar a Mateo en momentos de estrés. Con la ayuda de estos cuatro monstruos de las emociones, Mateo aprendió a reconocer y gestionar sus sentimientos.

Comprendió que no siempre podía estar feliz como Felipón o enojado como Grucius; que también debía permitirse sentirse triste o asustado en ciertas situaciones. Un día, mientras exploraba el bosque cercano al pueblo junto a sus amigos monstruos, Mateo se encontró con una criatura misteriosa atrapada entre unas ramas.

Era Tristezia, el monstruo de la tristeza. Tristezia parecía apagada y desanimada. "¿Qué te pasa? ¿Por qué estás tan triste?", preguntó preocupado Mateo.

Tristezia le contó que se sentía sola porque todos creían que estar triste era malo o debilidad. Entonces fue cuando Amoroso lo abrazó con fuerza y Serenita empezó a emitir su música calmante para reconfortarlo. "No tienes por qué esconder tu tristeza", dijo Amoroso con dulzura.

"Todos tenemos momentos difíciles y está bien sentirnos así. "Desde ese día, Tristezia se convirtió en parte del grupo de amigos emocionales de Mateo. Aprendieron juntos que todas las emociones tenían su lugar y momento adecuados para manifestarse.

Y así, entre risas y juegos con Felipón, discusiones controladas con Grucius, abrazos amorosos de Amoroso e instantes tranquilos gracias a Serenita; Mateo descubrió el valor de aceptar todas sus emociones sin juzgarlas ni reprimirlas.

Con cada paso dado junto a sus amigos monstruos emocionales, Mateito aprendió sobre sí mismoy cómo manejar cada emoción, convirtiéndose así en un niño más fuertey sabio ante cualquier situación. El final... ¡esperanza! Y colorín colorado, este cuento ha terminado.

¡Que viva nuestras emociones! Las imágenes mostraban alentadoras escenas donde los personajes interactuaban entre sí: Felipón saltando felizmente junto a Amoroso abrazando amorosamente al entristecido Tristezia; Grucius lanzando lápices al aire mientras Serenita rodeaba todo con su aura calmada.

Dirección del Cuentito copiada!