Los Monstruos del Desorden



Había una vez en una pequeña casa un niño llamado Martín, a quien le encantaba jugar y divertirse en su habitación. Pero Martín tenía un problema: ¡siempre dejaba un desorden tremendo! Juguetes por todas partes, ropa tirada en el suelo y libros esparcidos. Lo que Martín no sabía, era que en su habitación vivían unos monstruos traviesos a quienes les encantaba el desorden.

Una noche, Martín escuchó extraños ruidos procedentes de su habitación. Decidió ir a investigar y, para su sorpresa, encontró a tres monstruos risueños y desordenados. Tenían cuernos puntiagudos, ojos brillantes y colas largas. Eran los Monstruos del Desorden y estaban bailando alrededor de una pila de juguetes.

Martín, asombrado, les preguntó:

- ¿Quiénes son ustedes?

Los monstruos lo miraron con una sonrisa traviesa y le respondieron:

- ¡Somos los Monstruos del Desorden! Nos encanta el desorden y aparecemos cada vez que alguien deja su habitación hecha un desastre. Y gracias a ti, este lugar es perfecto para nuestro baile.

Martín se dio cuenta de que su desorden había atraído a estos traviesos monstruos. Decidió que era hora de hacer un cambio. Les pidió a los monstruos que lo ayudaran a limpiar y organizar su habitación.

Los Monstruos del Desorden, al principio, se mostraron renuentes, pero luego aceptaron ayudarlo. Juntos, comenzaron a recoger los juguetes, a doblar la ropa y a ordenar los libros. Mientras trabajaban, Martín les contaba a los monstruos sobre la importancia de tener un espacio limpio y ordenado.

Después de un rato, la habitación de Martín brillaba de lo limpia que estaba. Los Monstruos del Desorden se habían transformado en los Monstruos del Orden, con sonrisas de satisfacción en sus rostros. Martín se sentía contento al ver su habitación reluciente y organizada.

Desde ese día, Martín se comprometió a mantener su habitación ordenada y limpia. Y los Monstruos del Orden se convirtieron en sus leales amigos, velando por el orden en su espacio.

Y así, Martín aprendió que mantener el orden no solo hace felices a los monstruos, sino que también hace que uno se sienta mejor consigo mismo.

FIN.

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