Los monstruos del duelo


Había una vez un niño llamado Mateo que vivía con su mamá en una casita colorida al borde del bosque. La mamá de Mateo era su mejor amiga, su confidente y su gran compañera de aventuras.

Pero un día, la mamá de Mateo se enfermó. Mateo no entendía muy bien qué pasaba, solo sabía que su mamá estaba débil y a veces triste.

Su mamá le explicó que estaba enferma, pero que los médicos harían todo lo posible para ayudarla a sentirse mejor. Mateo no sabía qué era esa enfermedad, pero sabía que algo no estaba bien.

Los días pasaban y Mateo veía cómo su mamá cambiaba, ya no podía jugar con él como antes, a veces estaba tan cansada que se quedaba dormida temprano. Mateo sentía que algo se escapaba de sus manos, algo muy importante y no sabía qué hacer. Una noche, mientras Mateo lloraba en silencio en su cama, sintió una suave presencia a su lado.

Eran tres monstruos, pero no eran monstruos malos, eran amigables y brillaban con una luz cálida.

'Hola Mateo', dijo el monstruo más grande con una voz amable, 'nosotros somos los Monstruos del DUELO, estamos aquí para ayudarte a pasar por estos momentos difíciles'. Mateo se sorprendió, nunca había visto monstruos tan amigables.

Los monstruos del duelo eran expertos en ayudar a los niños a asumir y superar sentimientos como el miedo, la tristeza y la confusión, especialmente cuando alguien importante para ellos está enfermo o ha fallecido. A partir de ese día, los monstruos del duelo acompañaron a Mateo en cada una de sus emociones. Enseñaron a Mateo que estaba bien sentirse triste, enojado o confundido, que no era algo malo.

Le mostraron cómo expresar esas emociones y cómo cuidar de su mamá de una manera especial. Los monstruos del duelo no hacían desaparecer el dolor, pero le ayudaban a Mateo a sentirse acompañado en su tristeza.

Un día, cuando Mateo regresó de la escuela, su mamá estaba más débil que nunca. Los monstruos estaban allí, listos para apoyarlo. Mateo se acercó a su mamá y le tomó la mano. 'Mamá, te quiero mucho', dijo con un nudo en la garganta.

La mamá de Mateo le sonrió con ternura y le dijo lo mucho que lo quería también. Esa noche, la mamá de Mateo se fue al cielo para convertirse en una estrella brillante.

Mateo sintió un profundo dolor en su corazón, pero los monstruos del duelo le recordaron que su mamá siempre estaría en su corazón, en sus recuerdos y en las estrellas.

Los monstruos del duelo le enseñaron a Mateo a encontrar la calma, la paz y la alegría a pesar del vacío que sentía. Poco a poco, Mateo comenzó a recordar a su mamá con una sonrisa en su rostro.

Se dio cuenta de que aunque su mamá ya no estaba físicamente con él, su amor perduraría para siempre.

Los monstruos del duelo se convirtieron en sus amigos para siempre, acompañándolo en su proceso de duelo y ayudándolo a descubrir que dejar ir no significaba olvidar, sino encontrar un lugar especial en su corazón para los seres queridos que ya no están. Y así, Mateo aprendió que el amor nunca muere, simplemente se transforma.

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