Los Monstruos Mágicos de Matematilandia
En un bosque mágico llamado Matematilandia, donde los árboles tenían formas de triángulos y las flores eran sumas coloridas, vivían unos monstruos muy especiales. Todos ellos eran de colores brillantes y tenían una sola misión: ayudar a los niños a entender y amar las matemáticas.
El monstruo más grande era el Sr. Suma, un gigante de color azul celeste que siempre estaba contando cosas. Tenía un gorro en forma de signo más y era conocido por su sonrisa contagiosa. Su mejor amiga era la Señora Multiplicación, un monstruo de color verde que parecía un árbol con ramas que se dividían en números. Ella siempre usaba un delantal lleno de multiplicadores. Juntos formaban un gran equipo, ayudando a los niños en su camino hacia el conocimiento.
Un día, mientras Sr. Suma estaba contando las estrellas de colores que brillaban en el cielo, escuchó un ruido extraño. "¿Qué será eso?" - se preguntó, mientras se acercaba. Al llegar, encontró a Don Dividendo, un monstruo pequeño y de color amarillo que parecía estar en apuros.
"¡Ayúdame, por favor!" - chilló Don Dividendo, "Mis amigos, las fracciones, se han perdido en el bosque y no sé cómo volver a encontrarlas!"
"No te preocupes, Don Dividendo. ¡Aquí estamos nosotros para ayudarte!" - respondió la Señora Multiplicación con optimismo. "¿Cuántas fracciones tenías en total?"
"Tenía cinco fracciones, pero ahora solo cuento tres. ¡No sé a dónde se fueron!" - explicó Don Dividendo, confundido.
"Vamos a hacer una suma, así podemos resolver el misterio," - dijo Sr. Suma, "Si tenías cinco y ahora tienes tres, ¿cuántas fracciones faltan?" -
Don Dividendo se rasguñó la cabeza pequeña. "Esto es un problema. Hmmm... cinco menos tres... ¡Sí! ¡Son dos!" -
"Exacto, Don Dividendo. ¡Faltan dos fracciones! Vamos a buscarlas juntos!" - exclamó la Señora Multiplicación.
Así comenzó su aventura. Mientras caminaban por el bosque, encontraron un claro lleno de globo-máticas, unas esferas que giraban en órbita sumando y multiplicando números con cada vuelta.
"¡Miren!" - señaló el Sr. Suma, "¡Las esferas están creando una serie de sumas! ¿Cómo podemos aprovechar esto?" -
"Podemos usarlas para seguir nuestra búsqueda," - sugirió la Señora Multiplicación, "Si lanzamos una esfera y nos fijamos en el número que aparece, podemos sumar o multiplicar para encontrar pistas. ¡Por ejemplo, si lanzamos una esfera que dice 2, podemos multiplicar eso por 3!" -
"¡Genial! Vamos a intentarlo!" - exclamó Don Dividendo.
Juntos, lanzaron una esfera y apareció el número 2. "Dos multiplicado por tres es seis. ¡Hay que buscar en el árbol de los seis signos más!" - dijo el Sr. Suma.
Corrieron hacia el árbol que tenía la forma de un gran número seis. Allí, encontraron la primera fracción perdida, que bailaba entre las hojas.
"¡Hola! Yo soy uno de tus amigos fracciones. Mimí la Mitad. ¿Dónde están mis hermanas?" - preguntó muy preocupada.
"Estamos buscando a las fracciones que se perdieron. ¡Vamos a encontrarlas juntas!" - dijo la Señora Multiplicación y la invitó a unirse.
Así continuaron, lanzando más esferas y resolviendo más sumas. Cada vez que encontraban una fracción, esta se unía alegremente al grupo.
Finalmente, llegaron a un lago mágico que les mostró el reflejo de las últimas fracciones. "¡Nos encontraron! ¡Gracias!" - gritaron al unísono.
"Teníamos que resolver la última suma para sacar a las fracciones del lago," - explicó el Sr. Suma. "¿Cuántas fracciones tenemos?" -
Después de juntar a todas las fracciones, estaban en total cinco. "¡Ahora, si sumamos todas las nuevas amigas, seríamos ocho! ¡Lluvia de Cahachas!" - gritó Don Dividendo.
Al final del día, todos estaban felices. "Gracias a todos por ayudarme. Sin ustedes no hubiera podido recuperar a mis amigos fraccionados!" - dijo Don Dividendo, con lágrimas de felicidad.
"Y sin tu valentía, no podríamos haber aprendido tanto, amigo. ¡Las matemáticas pueden ser divertidas!" - concluyó el Sr. Suma, mientras todos reían y celebraban en el bosque lleno de números y magia.
Desde ese día, Matematilandia nunca fue igual, ya que la misión de los monstruos de las matemáticas era contagiar su amor y pasión por las cifras a todos los niños del mundo. Desde entonces, los más pequeños saben que cualquier problema matemático era simplemente otra aventura por vivir.
FIN.