Los Monstruos y la Plaza Escondida



Había una vez, en un mundo lleno de colores, dos monstruos amigos llamados Juan y Francisco. Juan era un monstruo rojo, grande y animal, que no tenía boca, pero sí un corazón enorme. Francisco, por otro lado, era verde, pequeño y tenía un solo ojo, en el cual brillaban todas las maravillas del mundo. Francisco podía hablar, y a menudo llenaba el aire con risas y cuentos emocionantes.

Un día, mientras paseaban por el bosque, Juan le dijo a Francisco:

"¡Che, amigo! Hoy debemos encontrar una plaza para jugar. Tengo muchas ganas de deslizarme por un tobogán."

"Sí, sería genial. Pero no hay plazas cerca de aquí", respondió Francisco pensativo.

Los dos empezaron a buscar. Caminaron mucho, cruzaron ríos y saltaron sobre troncos caídos, pero no lograron encontrar ninguna plaza. De repente, Francisco se detuvo.

"Juan, estoy viendo algo brillante allá en la montaña. Tal vez sea una plaza. Vamos a averiguarlo."

Con mucha alegría, comenzaron a escalar la montaña. Al llegar a la cima, encontraron un paisaje espectacular. No había una plaza común, sino un lugar mágico lleno de juegos que nunca habían visto: un tobogán que parecía hecho de arcoíris, hamacas que colgaban de las nubes y un sube y baja que giraba y giraba.

"¡Mirá, Juan! ¡Es increíble! Vamos a jugar", exclamó Francisco lleno de emoción.

Ambos monstruos se lanzaron al tobogán. Juan, a pesar de no tener boca, reía disfrutando cada momento, mientras que Francisco gritaba de felicidad. Después, fueron a las hamacas, donde flotaban tan alto que parecía que podían tocar las nubes.

"Esto es lo mejor que hemos encontrado", dijo Juan.

"Sí, pero ¿no te parece un poco raro? Nadie más está aquí", contestó Francisco, mirando a su alrededor.

De repente, notaron que, bajo el arcoíris del tobogán, había un pequeño cartel que decía: "Bienvenidos a la Plaza Escondida". Francisco frunció el ceño.

"¿Pero por qué estar escondida? ¡Debería ser un lugar para todos!"

Juan, reflexionando, explicó:

"Tal vez la gente no se atreve a buscar más allá de lo conocido. Pero eso no significa que no haya maravillas esperando ser descubiertas."

Decididos a compartir su hallazgo, bajaron de la montaña y comenzaron a advertir a otros monstruos y criaturas del bosque sobre la Plaza Escondida. Pronto, muchos amigos fueron llegando, riendo y jugando juntos. La plaza se llenó de alegría y colores.

Una tarde, un grupo de monstruos decidió construir una gran pancarta que decía: "¡Plaza Escondida, donde los amigos juegan juntos!". Francisco, emocionado, miró a Juan y dijo:

"Nunca imaginé que podríamos juntar a tantos amigos en un solo lugar."

"Así es, Francisco. A veces, lo que más necesitamos está escondido un poco más allá de donde miramos."

Con cada nuevo amigo que llegaba, la plaza se volvía más vibrante. Juan y Francisco aprendieron el poder de la amistad y el valor de explorar lo desconocido. Las risas resonaban como música en el aire y cada día era una nueva aventura.

Y así, la Plaza Escondida se convirtió en el lugar favorito de todos los monstruos del bosque, gracias a la valentía de Juan y Francisco para buscar y compartir la felicidad.

Desde aquel día, nunca dejaron de explorar más allá de lo conocido, sabiendo que siempre hay algo nuevo y maravilloso esperando ser descubierto.

FIN.

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