Los Monstruos y la Plaza Perdida
Había una vez, en un rincón lejano del mundo, dos monstruos muy curiosos y aventureros llamados Juan y Francisco. A diferencia de lo que muchas personas pensaban, estos monstruos eran del lado divertido y adoraban jugar en la plaza. Les encantaban las hamacas, los toboganes y el sube y baja. Sin embargo, había un pequeño problema: no encontraban una plaza donde pudieran jugar.
- ¿Por qué será que no encontramos una plaza? - preguntó Juan, asomándose detrás de una gran roca.
- No lo sé, Juan, ¡pero estoy cansado de buscar! - respondió Francisco, disgustado.
Un día, mientras exploraban el bosque en busca de su plaza soñada, se encontraron con un viejo árbol que tenía una puerta misteriosa en su tronco. La curiosidad de los monstruos pudo más que el miedo, y decidieron entrar.
Cuando cruzaron la puerta, se encontraron en un mundo mágico lleno de juegos de plaza de todos los tipos y tamaños. Allí había hamacas que volaban alto como aves, toboganes que deslizaban a los monstruos hasta nubes de algodón, y subi y bajas con forma de dinosaurio que gritaron de alegría al recibir a sus nuevos amigos.
- ¡Mirá todo esto! - exclamó Juan, mientras hacía un intento de saltar en un trampolín que parecía no tener fin.
- ¡Es increíble! - gritó Francisco, corriendo hacia una montaña de pelotas de colores.
- Pero… - reflexionó Juan un instante - ¿por qué no hemos venido aquí antes?
Mientras jugaban, notaron que el cielo comenzaba a oscurecerse y una tormenta se acercaba rápidamente. Los monstruos no querían dejar ese lugar mágico, pero sabían que debían regresar a su casa.
Entonces, tuvieron una idea brillante. Decidieron crear su propia plaza en el bosque donde podrían jugar cada día.
- ¡Hagamos una plaza! - propuso Juan con entusiasmo.
- ¡Sí! Podemos usar troncos para los subes y bajas, lianas para las hamacas y un gran tobogán de barro para que todos los monstruos puedan deslizarse - dijo Francisco.
Y así fue como Juan y Francisco se pusieron manos a la obra. Reunieron a todos los monstruos de la tierra y les contaron su idea.
- ¡Vamos a construir una plaza! - gritaron los monstruos al mismo tiempo. Se sintieron inspirados y juntos comenzaron a recolectar materiales del bosque.
Los días pasaron volando mientras trabajaban en equipo. Con su esfuerzo y creatividad, crearon el mejor parque que cualquier monstruo pudiera imaginar. Y lo más importante: se aseguraron de que todos tuvieran un lugar para jugar.
- ¡Hicimos algo grandioso! - gritó Francisco mientras se balanceaba en una hamaca hecha a partir de lianas.
- ¡Y lo hicimos juntos! - agregó Juan, deslizándose por el tobogán de barro.
Desde ese día, la plaza del bosque se convirtió en un lugar de encuentro para todos los monstruos y criaturas del lugar. Cada día jugaban a sus juegos favoritos y compartían risas y nuevas aventuras.
A veces, también invitaban a los niños que pasaban por el bosque, y así, los monstruos y los niños aprendieron a jugar juntos y hacer nuevos amigos. Todos se dieron cuenta de que, aunque el mundo puede ser un poco extraño y solitario a veces, siempre hay formas de crear algo maravilloso cuando trabajamos juntos y usamos nuestra imaginación.
Y así, la amistad de Juan y Francisco no solo les dio felicidad a ellos, sino que también trajo alegría a todos los monstruos y a los niños que llegaron a su plaza mágica. Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.
FIN.