Los Mosqueteros y el Ogre Maloliente



Érase una vez, en un reino lejano, un ogro maloliente llamado Mateo. Su olor era tan fuerte que los árboles se tapaban las narices con sus hojas y los ríos no querían acercarse a su cueva. Mateo no solo era conocido por su hedor, sino también por su malicia. Despreciaba a los demás seres del bosque y siempre buscaba la manera de asustarlos.

Por otro lado, en un pequeño pueblo al borde del bosque, vivían dos valientes mosqueteros llamados Benja y Damián. Con sus corazones llenos de bondad, siempre ayudaban a quienes lo necesitaban. Eran compañeros inseparables, y nunca se separaban sin una buena razón.

Una tarde, mientras paseaban por el bosque, escucharon un grito aterrador.

"¡Ayuda! ¡El ogro Mateo está aterrorizando a los animales!" - exclamó un pequeño conejo que corría despavorido.

"No podemos dejar que esto siga así. ¡Debemos detenerlo!" - dijo Benja, aferrando su rifle de aire comprimido con determinación.

"Así es, hermano. Juntos somos más fuertes. Vamos a enfrentar al ogro." - agregó Damián.

Reunieron valor y se dirigieron a la cueva de Mateo. El aire se estaba volviendo pesado y el hedor los hizo arrugar la nariz.

"¡Mateo! Ven aquí, necesitamos hablar!" - gritó Benja.

Mateo apareció de la cueva, con su ametralladora de misiles al hombro. El ogro era enorme, con un brillo malvado en sus ojos.

"¡¿Hablan ustedes de mí? ! ¡Los voy a espantar hasta que se olviden de sus nombres!" - rugió Mateo, y empezó a apuntar su ametralladora.

Benja y Damián no se dejaron amedrentar.

"¡Mateo! No tienes por qué ser así! Si solo dejaras de espantar a los demás, podrías tener amigos!" - dijo Damián.

"No necesito amigos, solo necesito mi ametralladora!" - respondió el ogro malhumorado.

Benja, con calma, explicó:

"Con esa actitud nunca vas a tener amigos. En cambio, imagina como sería tu vida rodeado de otros que te aprecien. ¡Podrías ser feliz, Mateo!"

Mateo no entendía. En su mente solo había lugar para la maldad y el rencor. Pero los mosqueteros no se rendirían tan fácilmente.

"Si no quieres escuchar, entonces tendrás que enfrentar las consecuencias de tu actitud. ¡Prepárate!" - dijo Damián. Y así, comenzó la batalla.

Mateo disparó su ametralladora de misiles, pero los mosqueteros eran rápidos. El aire comprimido de sus rifles hizo que los misiles se desviaran. A pesar del olor insoportable, Benja y Damián se movieron con agilidad, disparando, pero evitando hacerle daño al ogro.

"¡No podemos lastimarlo! Solo queremos que cambie!" - gritó Benja mientras esquivaba otro misil.

"Tienes razón, vamos a enseñarle a ser amable!" - respondió Damián, intentando dar un golpe suave al ogro.

Después de un rato de pelea, Mateo se dio cuenta de que su estrategia no estaba funcionando.

"No puedo ganar, ¿qué quieren de mí?" - preguntó, un poco confundido.

Los mosqueteros se detuvieron, y le dieron una oportunidad.

"Queremos que entiendas que ser bueno te hará sentir mejor, y en lugar de tener miedo, todos podrían quererte. Solo necesitas intentarlo." - explicó Benja.

"Así es, Mateo. Si te esfuerzas por cambiar, quizás podamos ser amigos y jugar juntos!" - dijo Damián esperanzado.

Mateo pensó por un momento. Nunca había considerado la posibilidad de tener amigos.

"Pero... ¿y mi olor?" - preguntó con un tono de tristeza.

"¡Podemos ayudarte con eso! Podemos conseguirte un perfume o tomar un baño juntos!" - rió Benja.

Finalmente, el ogro no pudo más que reírse de sí mismo y decidió que quería probar ser un poco más amable.

"Está bien, acepto su desafío. ¡Pero lo haré a mi manera!" - dijo Mateo, levantando su mano en señal de tregua.

"¡Bien! ¡Empezamos nuestro camino hacia la amistad!" - celebró Damián.

Desde ese día, Mateo, con la ayuda de Benja y Damián, comenzó a entender la importancia de la bondad y la amistad. Aprendió que, aunque había olfato de ogro, no había razón para sentirse solo.

Pronto, los animales del bosque ya no temían al ogro. En su lugar, comenzaron a visitarlo, y juntos organizaban juegos y aventuras. El olor seguía ahí, pero ahora no parecía tan malo, porque lo que importaba era que Mateo había decidido ser un buen amigo.

Y así, el ogro maloliente se convirtió en el ogro más querido del bosque, todo gracias a los valientes mosqueteros que creyeron en él.

Y colorín colorado, este cuento se ha terminado.

FIN.

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