Los moustritos del jardín



Había una vez un hermoso jardín lleno de flores de todos los colores imaginables. Las mariposas revoloteaban alegremente y el sol brillaba con fuerza, haciendo que todo el lugar se viera mágico.

En ese jardín vivían unos pequeños seres llamados moustritos de colores. Eran criaturas diminutas, del tamaño de una semilla, pero tenían la capacidad de cambiar su color según su estado de ánimo.

Un día, mientras exploraban el jardín en busca de aventuras, los moustritos encontraron un problema: las flores estaban perdiendo su color y marchitándose poco a poco. Los pequeños amigos se preocuparon mucho porque sabían que sin las flores no habría vida ni alegría en aquel lugar.

Decididos a ayudar, los moustritos convocaron una reunión urgente para encontrar una solución. Se sentaron en un círculo y comenzaron a discutir ideas. -¡Podemos pedir ayuda al sol! -sugirió Rosita, la moustrito rosa-.

Tal vez si le contamos lo que está pasando, nos ayude a devolverle el color a las flores. Todos asintieron emocionados con la idea y buscaron al sol por todo el jardín hasta que lo encontraron descansando detrás de una nube.

-¡Señor Sol! ¡Señor Sol! -llamaron los moustritos-, ¡necesitamos su ayuda! El sol despertó sorprendido y les preguntó qué ocurría. Los pequeños amigos le explicaron sobre la pérdida del color en las flores y cómo eso afectaba la vida en el jardín.

-¡Claro que los ayudaré! -respondió el sol con una sonrisa-. Pero necesitaré que me ayuden a encontrar un poco de agua para regar las flores y darles color nuevamente.

Los moustritos se pusieron manos a la obra y buscaron por todos lados hasta encontrar una pequeña fuente escondida detrás de un arbusto. Llenaron baldes con agua y corrieron hacia donde estaba el sol, quien comenzó a regar las flores con su luz cálida. Poco a poco, las flores empezaron a recuperar su color y vitalidad.

Los moustritos saltaban de alegría al ver cómo su esfuerzo daba resultado. -¡Lo logramos! ¡Las flores están hermosas otra vez! -exclamaron emocionados. En ese momento, apareció una abeja llamada Buzzy que había estado observando todo desde lejos.

-¡Muchas gracias por salvar nuestro hogar! -dijo Buzzy-. Las abejas dependemos de estas flores para hacer miel y alimentarnos. Sin ustedes, estaríamos en serios problemas.

Los moustritos se sintieron muy orgullosos de haber podido ayudar no solo a las flores, sino también a sus amigas abejas. Desde aquel día, cuidaron del jardín con aún más amor y dedicación. Y así, los moustritos aprendieron que trabajando juntos pueden lograr grandes cosas.

Aprendieron sobre la importancia del cuidado del medio ambiente y cómo cada uno puede marcar la diferencia si pone todo su empeño en ello. Y así, vivieron felices en aquel mágico jardín, llenándolo de color y alegría para siempre.

FIN.

Dirección del Cuentito copiada!