Los Moustros Mágicos de Colores



En un lugar lejano, rodeado de montañas de caramelo y ríos de jugo de frutas, se encontraba el país de los Moustros Mágicos de Colores. Allí, cada moustro tenía un color vibrante y un poder especial. Había Moustros Rojos que podían crear llamas de alegría, Moustros Azules que hacían llover ideas brillantes, y Moustros Verdes que hacían crecer flores de esperanza.

Un día, la Moustroleta Lila, una simpática y curiosa moustro que amaba los cuentos, decidió que era el momento de descubrir el misterio del Bosque Susurrante. "- ¡Voy a encontrar el árbol de los deseos!" exclamó emocionada. Así, reunió a sus amigos: el Moustro Amarillo, que siempre iluminaba el camino, y el Moustro Naranja que era un gran contador de historias.

Mientras caminaban, se encontraron con un Moustro Gris que parecía triste. "- ¿Por qué estás tan apagado?" preguntó el Moustro Amarillo, con su voz brillante. El Moustro Gris suspiró, "- No puedo jugar como ustedes, porque siempre soy gris y me siento solitario. "

La Moustroleta Lila se acercó y le dijo: "- No importa el color, cada uno de nosotros tiene algo especial. ¡Ven con nosotros!" El Moustro Gris dudó, pero pronto decidió unirse a la aventura.

Juntos atravesaron el Bosque Susurrante, donde los árboles susurraban secretos. De repente, un viento suave comenzó a soplar y un claro apareció frente a ellos. Allí estaba el famoso Árbol de los Deseos, sus ramas llenas de luces de colores.

"- ¡Vamos a hacer nuestro deseo!" dijo el Moustro Naranja con entusiasmo. Cada uno cerró los ojos y pensó en su deseo. La Moustroleta Lila deseó cuentos infinitos, el Moustro Amarillo deseó hacer sonreír a los demás, y el Moustro Naranja deseó contar historias increíbles.

El Moustro Gris, al ver a sus amigos tan felices, pensó en su deseo: "- Quiero ser colorido también, si me aceptan. " Cuando abrieron los ojos, todos quedaron asombrados.

El Moustro Gris comenzó a brillar en tonos vibrantes y mágicos, ¡al fin se había convertido en un Moustro Arcoíris! Todos a su alrededor aplaudieron y gritaban de alegría. "- ¡Ahora estás con nosotros, amigo!" aclamaron.

Al regresar a casa, el Moustro Gris se sintió feliz y aceptado, disfrutando de cada momento colorido con sus amigos. Ellos comprendieron que la verdadera magia no estaba en el color, sino en la amistad y el apoyo que se brindaban entre sí.

Desde ese día, los Moustros Mágicos de Colores aprendieron que cada uno es especial a su manera. Juntos continuaron viviendo aventuras, creando historias y llenando su país con risas y amor.

La Moustroleta Lila siempre decía: "- No importa el color que tengas; lo que importa es el corazón que lleves dentro. " Y así, con cada nueva aventura, aprendieron a valorar la diversidad.

Y así, en el mágico país de los Moustros Mágicos de Colores, los juguetes de la imaginación nunca dejaban de brillar, fomentando historias que perdurarían en el tiempo, llenas de magia y amistad.

FIN.

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