Los Moustros y la Gran Aventura en el Patio
En el Colegio para Moustros del Centro Educativo Santo Domingo, un grupo de pequeños moustros de primer grado se preparaba para vivir una aventura increíble. Cada uno de ellos tenía habilidades únicas que los hacían especiales. Estaba Lucho, el moustro que podía comer muchos pateles en un abrir y cerrar de ojos; Tobi, el moustro fuerte que podía levantar un pupitre con una sola mano; y Sofía, la moustro más veloz del grupo, que podía correr más rápido que un rayo.
Un día, la maestra Mabel, un moustro de grandes orejas y una gran sonrisa, anunció: "Hoy será un día diferente. Vamos a tener una competencia de habilidades en el patio. Formaremos equipos y deberán demostrar lo que saben hacer."
"¡Sííí!", gritaron los moustros emocionados.
"Yo quiero ser el capitán de mi equipo!" dijo Lucho, mientras se pasaba la lengua por los labios pensando en los pateles que podría comer si ganaban.
"Yo seré el capitán del otro equipo, entonces", dijo Tobi, con una gran sonrisa y elevando un muñeco que había traído para jugar.
"¿Pero cómo vamos a decidir quién será el mejor equipo?", preguntó Sofía, con su energía inagotable.
"Haremos una carrera, un concurso de fuerza y una prueba de degustación de pateles!", exclamó Lucho. Todos asintieron entusiasmados.
La competencia comenzó con la carrera. Sofía se alistó en la línea de salida, lista para demostrar su velocidad. "¡En la cuenta de tres! Uno, dos, tres... ¡Ya!". Sofía salió disparada como un rayo, pero en su camino, se encontró con una trampa: un charco de barro.
"¡Ooooops!", gritó mientras saltaba y se caía en el barro. Todos se rieron, pero a Sofía no le importó. Se levantó y siguió corriendo, cruzando la meta en primer lugar.
"¡Bien, ganamos la carrera!", celebró su equipo, pero Lucho y Tobi no se dejaron afectar.
Después, llegó el turno del concurso de fuerza. Tobi se puso en posición frente al pupitre. "¡Voy a levantarlo con una mano!", anunció. Con todo su esfuerzo, levantó el pupitre, pero al dejarlo caer, un libro se abrió, derrapando en el piso. "¡Noooo!", exclamó Tobi, y todos comenzaron a reír.
"Ok, ya sabemos que no podemos jugar con los libros", dijo Lucho entre risas.
Finalmente, llegó la prueba de degustación de pateles. Cuantos más pateles comieran, más puntos sumarían para sus equipos. Lucho no podía contener la emoción y empezó a devorar los pateles rápido. "¡Tarararaaan!", sonaba cada vez que mordía. Sin embargo, se dio cuenta de que no podía comer solo. "Chicos, tenemos que compartir", dijo de una forma más tranquila.
"¡Tenés razón! Desde ahora somos un equipo!", gritaron al unísono.
Así, entre risas y juegos, decidieron unir fuerzas y compartir todo. La competencia se convirtió en una gran fiesta, donde todos se ayudaban mutuamente.
"Lo más importante no es ganar, sino disfrutar juntos", dijo Sofía. Y los moustros coincidieron en que en ese instante, habían ganado mucho más: la amistad y el trabajo en equipo.
Esa divertida jornada cerró con un gran aplauso de todos los moustros del colegio, y la maestra Mabel sonrió feliz.
Desde entonces, los moustros del Colegio para Moustros aprendieron que, aunque cada uno tenía habilidades diferentes, lo más valioso era unirse como amigos y celebrar juntos cada momento. ¡Y así, su aventura en el patio se convirtió en una historia que siempre recordarían!
Fin.
FIN.