Los Niños de Todos los Colores
Érase una vez en la pintoresca ciudad de Arcoiris, donde vivían niños de todos los colores y formas. Cada uno de ellos era especial a su manera, y juntos formaban un grupo diverso y lleno de energía. Entre ellos estaban Lila, una niña con un lazo amarillo brillante; Tomás, que siempre llevaba unas enormes gafas azules; y Pía, que tenía una risa contagiosa y un peinado de trenzas verdes.
Un día, los niños decidieron organizar un gran concurso en el parque de la ciudad para mostrar sus talentos. "¡Será el evento del año!" dijo Lila emocionada.
"¿Qué tipo de talentos podemos mostrar?" preguntó Tomás ansiosamente.
"¡Todo! Desde cantar, bailar, pintar hasta contar chistes. Cada uno puede mostrar lo que mejor sabe hacer", propuso Pía.
Los niños se pusieron manos a la obra y empezaron a promocionar el evento. Cada uno tenía una idea diferente de lo que harían. Sin embargo, a medida que se acercaba el día, la tensión comenzó a crecer. Todos querían impresionar al público y había uno que se sentía inseguro.
"¿Y si no soy lo suficientemente bueno?" dijo Tomás, mirando sus gafas.
"No importa si eres el mejor o el peor, solo importa que te diviertas y muestres quién sos", le dijo Lila.
"Sí, todos queremos ver lo que tenés para ofrecer", añadió Pía con una gran sonrisa.
A pesar de las palabras de aliento de sus amigos, Tomás seguía inseguro. Finalmente, llegó el día del concurso, y el parque estaba repleto de niños y adultos listos para disfrutar.
Lila fue la primera en subir al escenario. Con su voz dulce, comenzó a cantar una hermosa canción sobre la amistad. Todos aplaudieron con entusiasmo. Luego fue el turno de Pía, quien hizo una coreografía enérgica que hizo reír a todos. Finalmente, llegaba el momento de Tomás.
"¡Ahora, Tomás!" gritó Lila desde la multitud.
"¡Vamos, amigo!" añadió Pía, saltando de emoción.
Tomás dio un paso tembloroso hacia el escenario. Adrenalina y nervios lo invadieron, pero cuando vio las caras sonrientes de sus amigos en el público, sintió que podía hacerlo.
"Voy a contar chistes!" dijo finalmente, tratando de sonar más seguro.
"¡Contalos!" animaron los otros niños desde la audiencia.
Al principio, sus palabras salieron entrecortadas. Pero a medida que comenzó a contar chistes simples sobre animales y cosas que le gustaban, la multitud comenzó a reír. De repente, la risa de todos lo llenó de energía, convirtiendo su nerviosismo en alegría.
"¿Saben por qué el elefante no salta en paracaídas? Porque tiene miedo a caer!" dijo Tomás, y el parque estalló en risas.
"¡Esa fue genial!" gritó Lila.
"¡Sos un crack!" agregó Pía, buscando una forma de unirse a la diversión.
Tomás continuó contando chistes, y poco después, se sintió como un verdadero comediante. Ya no era solo un niño inseguro; se había transformado en el alma de la fiesta.
Al final del evento, los niños de Arcoiris decidieron mantener el concurso cada año y pedir a otros niños que se unieran con más talentos. Todos animaron a Tomás, y él se sintió tan orgulloso de haberse atrevido a demostrar quién era realmente.
"Vieron que no era tan difícil?" dijo Tomás sonriendo mientras sus amigos lo abrazaban.
"¡Claro! ¡Lo mejor es ser uno mismo!" respondió Lila.
"Y siempre apoyarnos unos a otros", concluyó Pía, sonriendo con complicidad.
Y así, en la colorida ciudad de Arcoiris, los niños aprendieron que todos, sin importar sus diferencias, podían brillar de una manera única y especial, siempre apoyándose y motivándose mutuamente en el camino. Desde entonces, el concurso no solo fue una divertida manera de expresar talentos, sino también un recordatorio de que la verdadera magia sucedía cuando se celebraban sus diferencias y se animaba a cada uno a ser quien realmente era.
FIN.