Los Niños del Bosque Encantado



En un pequeño pueblo, al borde de un denso bosque, vivían varios niños que a veces no se portaban muy bien. Jugaban en la plaza, pero su diversión a menudo incluía burlas entre ellos. Un día, mientras jugaban, notaron algo extraño en el bosque. El murmullo de las hojas les susurró en voz baja, como si estuvieran pidiendo ayuda.

- ¿Escucharon eso? - preguntó Javi, el más travieso del grupo.

- Sí, parece que alguien está llamando - dijo Valen, un poco nervioso.

Decidieron investigar y se adentraron en el bosque. Mientras caminaban, las cosas se ponían cada vez más misteriosas. Los árboles parecían moverse, y las sombras bailaban a su alrededor. De repente, encontraron a un pequeño hada atrapada en una telaraña.

- ¡Ayuda! - gritó el hada. - No puedo salir de aquí.

Los niños, sorprendidos, se quedaron en silencio. Luego, Javi, que siempre lideraba las travesuras, dijo:

- ¡Vamos, hay que ayudarla!

- Pero... ¿y si es una trampa? - sugirió Valen, dudando.

- No podemos dejarla así - insistió Ana, que siempre había sido la más amable del grupo. - No está bien dejar a alguien en problemas.

Entonces, decidieron trabajar juntos. Javi y su grupo, a pesar de sus travesuras, comprendieron que ayudarse entre ellos era lo más importante. Con mucho cuidado, comenzaron a soltar la telaraña que atrapaba al hada.

- ¡Gracias! - dijo el hada, al liberarse. - Soy Lila, y estoy en deuda con ustedes.

Los niños se miraron entre sí, sin saber que podía hacer el hada por ellos.

- Pueden pedirme un deseo - continuó Lila. - Pero... solo si aprenden algo valioso.

Los chicos se preguntaron qué podía significar eso. Cada uno pensó en lo que el otro había hecho de malo en el pasado: burlas, gritos, nunca compartir sus juguetes.

- ¿Y si nos enseñás algo? - propuso Javi, algo avergonzado. - Quizás podríamos ser mejores amigos.

- Muy bien - sonrió Lila. - Les voy a enseñar cómo se disfruta de la verdadera amistad.

Lila movió su varita mágica y, de repente, los niños se hicieron pequeños, del tamaño de insectos, y volaron alrededor del bosque. La experiencia fue sorprendente: nadaron en las gotas de rocío, hicieron amigos con mariposas y, sobre todo, aprendieron a trabajar juntos.

Mientras volaban y reían, se dieron cuenta de que eran más felices cuando se apoyaban unos a otros. En lugar de pelarse entre sí, decidieron compartir cada hallazgo y cada aventura.

Cuando Lila vio que habían aprendido la lección, dijo:

- Ya pueden volver a su tamaño normal. ¿Qué desean?

Los niños, entendiendo ahora lo importante que era la amistad, respondieron al unísono:

- ¡Queremos ser eternamente amigos y aprender a ayudar a los demás!

Lila sonrió y con un chispazo mágico, les otorgó su deseo. A partir de ese día, los niños del pueblo nunca volvieron a portarse mal entre ellos. En su lugar, se apoyaban, compartían sus cosas y se aseguraban que nadie quedara afuera en sus juegos.

Cuando regresaron al pueblo, lo primero que hicieron fue invitar a todos a jugar juntos. Así, el bosque encantado se convirtió en su lugar favorito, un lugar donde la alegría y la amistad reinaban por encima de todo. Y siempre recordaron lo que aprendieron de Lila, el hada del bosque.

- ¡Nunca más seremos malos amigos! - dijeron todos juntos, riendo y jugando en armonía.

Y así, los niños aprendieron que ser amables, compartir y ayudarse entre amigos no solo traía más alegría, sino que también hacía que cada aventura fuera mucho más especial.

FIN.

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