Los Niños en la Granja



Era una vez un grupo de niños que vivían en un pequeño pueblo cercano a una granja. La granja pertenecía a Don Manuel, un hombre amable que siempre les decía: “La puerta siempre está abierta para ustedes”. Un día de primavera, decidieron ir a visitar a Don Manuel y ayudarlo con los animales.

- **Luca**, el más aventurero del grupo, dijo: - “¡Vamos a la granja! Quiero darle de comer a los animales”.

- **Sofía**, que adoraba todos los seres vivos, respondió: - “Y a mí me encantaría acariciar a los conejitos”.

- **Tomás**, un poco más tímido, agregó: - “¿Y si nos perdemos? ”

Pero todos lo animaron, y tras un rato de caminata, llegaron a la granja.

Don Manuel los recibió con una gran sonrisa y les dijo: - “¡Hola, chicos! ¿Listos para la aventura? ”

Los niños se entusiasmaron y comenzaron a ayudar con los animales. Durante el recorrido, Sofía se dio cuenta de un pequeño corderito que estaba un poco débil y alejado de los demás.

- “Don Manuel, ¿por qué está solo? ” preguntó Sofía con preocupación.

- “Él se siente un poco tímido porque es nuevo aquí. A veces los animales necesitan un poco de tiempo para adaptarse”, explicó Don Manuel.

Los niños decidieron que lo iban a ayudar. Juntos, se sentaron en la hierba, lejos de los demás animales, y empezaron a hablarle al corderito suavemente.

- “No te preocupes, pequeño. Nosotros somos tus amigos”, dijo Luca mientras le ofrecía un poco de heno.

Poco a poco, el corderito comenzó a acercarse. La timidez se desvaneció y empezó a comer felizmente.

Pero justo cuando pensaban que todo estaba bien, un fuerte trueno resonó en el cielo y oscuras nubes cubrieron el sol.

- “¿Qué hacemos? ¡Va a llover! ” gritó Tomás, asustado.

- “¡No podemos dejar solo al corderito! ” exclamó Sofía.

- “Vamos, lo llevaremos al establo. ¡A mí me va a ayudar! ”, dijo Luca.

Juntos, los niños cargaron al pequeño cordero y corrieron hacia el establo. Al llegar, Don Manuel los esperaba con una sonrisa.

- “Lo han hecho muy bien, chicos. Nunca hay que dejar a alguien solo cuando necesita ayuda”, les dijo, mientras mostraba un lugar cómodo para el cordero.

Una vez allí, todos los animales fueron resguardados del mal tiempo. Mientras esperaban a que pasara la tormenta, Don Manuel les contó historias sobre la vida en la granja y la importancia de cuidar unos de otros.

Cuando la lluvia paró, los niños se asomaron al exterior y vieron cómo la granja brillaba con cada gota de agua que caía de las hojas.

- “Miren ese arcoíris”, dijo Sofía entusiasmada.

- “Es hermoso”, coincidió Tomás, con su timidez ya olvidada.

- “¡Hemos hecho un gran trabajo hoy! ”, afirmó Luca.

Don Manuel los miró con orgullo y les dijo: - “Ustedes han aprendido algo muy importante: si nos ayudamos entre todos, podemos enfrentar cualquier tormenta”.

Y así, el grupo de amigos pasó una mágica tarde en la granja, no solo ayudando a los animales, sino también aprendiendo sobre la amistad, el trabajo en equipo y la importancia de ser solidarios con quienes nos rodean. Desde ese día, la granja se convirtió en su lugar especial, donde siempre eran bienvenidos y donde cada pequeño gesto de bondad florecía en grandes frutos de felicidad.

Con el tiempo, los niños se volvieron expertos en cuidar de los animales y Don Manuel les enseñó a plantar su propio huerto. Y así, los días en la granja se convirtieron en inolvidables aventuras llenas de aprendizaje y diversión, dejando una huella en sus corazones para siempre.

FIN.

Dirección del Cuentito copiada!