Los Niños Traviesos y la Magia de la Edad



Había una vez, en un pequeño pueblo llamado Alegría, un grupo de niños muy traviesos. Su nombre era el Club de los Pequeños Bromistas y estaba formado por Lucho, Mica, y Sofía. Todos los días buscaban nuevas maneras de divertirse, pero había algo especial en ellos: poseían un poder mágico que les permitía cambiar la edad de las personas.

Un día, mientras jugaban en el parque, Mica tuvo una idea brillante.

- “¡Chicos! ¿Y si convertimos a todos en bebés por un rato? ¡Imaginen las caras que pondrán! ”

- “¡Sí! Eso suena divertido”, respondió Sofía, mientras se reía.

- “Y podemos hacerle una broma a nuestros padres. ¡Vamos a hacerlo! ”, dijo Lucho emocionado.

Así que, armados con su magia, decidieron hacer su primer intento en el corazón del pueblo. Se congregaron cerca de la plaza donde pasaban muchas personas.

- “¡Al cuento mándanos! ¡Con un toque y otros seres bajamos! ”, recitaron en coro. En un instante, las risas y los colores del parque se vieron envueltos por un destello de luz.

De repente, todos los adultos del lugar se transformaron en bebés.

- “¡Mirá a mi papá! ¡Es un bebé! ”, exclamó Sofía.

- “¡No puedo creerlo! ¡La maestra es un bebé también! ”, dijo Mica entre risas.

Los niños empezaron a corretear alrededor de los bebés,.Antes de darse cuenta, otros niños del barrio se unieron a la diversión, creando un caos lleno de risas y juegos. Pero pronto, lo que parecía una broma divertida comenzó a descontrolarse.

- “Chicos, ¿y si los bebés se ponen a llorar o necesitan atención? ”, preguntó Lucho, comenzando a preocuparse.

- “No pasa nada, son solo bebés. ¡Vamos a jugar! ” contestó Mica.

Sin embargo, algo inesperado ocurrió. Los bebés comenzaron a llorar, y los variados sonidos de llantos resonaron en toda la plaza.

- “¡Ay no! ¡Con tanto llorar no se va a escuchar mi canción! ”, se quejó un niño del barrio.

- “¿Qué haremos? No podemos dejarlos así”, preguntó Sofía, con lágrimas en los ojos al ver a su mamá bebé llorando.

Los niños se miraron entre sí, y poco a poco comenzaron a entender que la diversión no podía ser a costa del bienestar de los demás. Así que decidieron deshacer el hechizo.

- “Dejemos de jugar y volvamos a la normalidad”, sugirió Lucho.

Con nuevas palabras mágicas pronunciadas desde el corazón, deshicieron el hechizo con un rayo de luz brillante. Todos los adultos regresaron a la normalidad, aunque bastante confundidos.

- “¿Qué pasó? ¿Por qué hay bebés en la plaza? ”, preguntó el padre de Lucho, mientras se frotaba los ojos.

Los niños, sintiéndose un poco avergonzados, confesaron su travesura.

- “Lo sentimos, solo queríamos hacer una broma...”, dijo Sofía con la cabeza gacha.

Los adultos, en lugar de enojarse, comenzaron a reírse.

- “Bueno, chicos, si lo pensás bien, fue un plan original. Pero recordá que no debemos jugar con cosas que pueden hacer daño o que puedan incomodar a otros”, dijo la madre de Mica, sonriendo.

- “Sí, lo entendemos. Lo que queríamos era divertirnos, pero nos dimos cuenta que podemos hacer reír a la gente sin hacer travesuras”, agregó Lucho.

Desde ese día, el Club de los Pequeños Bromistas se transformó en un grupo que hacía reír a las personas de maneras entretenidas y positivas. Crearon juegos, teatro y hasta organizaban pequeñas sorpresas en el pueblo.

Aprendieron que la verdadera diversión está en hacer felices a los demás, y que la risa es aún más mágica cuando todos están incluidos.

Y así, con esta lección en sus corazones, el grupo de amigos siguió viviendo nuevas aventuras, esta vez llenas de creatividad y diversión responsable, mientras todos en el pueblo disfrutaban de su compañía y de sus locuras, pero con un toque de reflexión.

Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.

FIN.

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