Los niños y el guardián del volcán
Había una vez en la provincia de Cartago, Costa Rica, un grupo de niños muy curiosos y aventureros que vivían cerca del majestuoso volcán Irazú.
Todos los días se reunían para jugar y explorar los alrededores del volcán, fascinados por su imponente presencia. Un día, mientras jugaban cerca de la base del volcán, escucharon un ruido extraño que provenía de lo más profundo de la montaña. Intrigados, decidieron acercarse para descubrir qué era ese misterioso sonido.
Al llegar a una cueva oculta entre las rocas, encontraron a una criatura diferente a todo lo que habían visto antes. Era Iztarú, un pequeño ser mágico con ojos brillantes y una larga melena plateada que parecía estar hecha de luz.
Los niños no sintieron miedo al ver a Iztarú; al contrario, sintieron una conexión especial con él. Iztarú les explicó que era el guardián del volcán Irazú y que velaba por la armonía de la naturaleza en esa región.
"¿Por qué te llamas Iztarú?", preguntó Valentina, la niña más valiente del grupo. "Mi nombre significa "luz brillante" en el idioma antiguo de estas tierras", respondió Iztarú con voz suave.
Los niños quedaron maravillados por la historia de Iztarú y su misión como guardián del volcán. Desde ese día, visitaban regularmente a su nuevo amigo para aprender sobre la importancia de cuidar y respetar la naturaleza.
Sin embargo, un malvado brujo llamado Malacate también había escuchado el misterioso sonido proveniente del volcán y decidió investigar. Al descubrir a Iztarú en la cueva, Malacate quiso aprovechar su magia para fines oscuros y apoderarse del poder del volcán.
Los niños se dieron cuenta del peligro que representaba Malacate e idearon un plan para ayudar a su amigo Iztarú. Con valentía y astucia lograron distraer al brujo mientras liberaban a Iztarú y lo llevaban a un lugar seguro lejos de la cueva.
Iztarú les dio las gracias con gratitud infinita y prometió protegerlos siempre como muestra de amistad eterna. A cambio, los niños se comprometieron a seguir cuidando el entorno natural y compartiendo las enseñanzas de Iztarú con todos los habitantes de la región.
Desde entonces, el volcán Irazú ha sido un símbolo de unidad entre humanos y seres mágicos como Iztarú.
Los niños se convirtieron en guardianes activos del medio ambiente, inspirando a otros a seguir su ejemplo y preservando así la belleza natural que los rodea. Y colorín colorado, esta historia llena de magia y amistad se ha convertido en parte fundamental del folclore costarricense sobre el volcán Irazú.
FIN.