Los Niños y la Casita Mágica



Había una vez en un pequeño pueblo llamado Villa Aventura, un grupo de amigos inseparables: Mateo, Lila y Tomás. Ellos siempre buscaban nuevas aventuras y un día, al explorar el bosque cercano, se encontraron con una casita mágica encajada entre los árboles. Sus paredes estaban decoradas con flores de colores brillantes y su techo era de un rojo intenso.

- ¡Miren eso! - exclamó Lila, señalando la casita.

- ¡Vamos a averiguar qué hay adentro! - dijo Mateo con emoción.

- ¿No creen que deberíamos tener cuidado? - sugirió Tomás, aunque la curiosidad ya lo había llevado a acercarse.

Un poco temerosos pero con mucha emoción, empujaron la puerta y entraron. La casita estaba llena de juguetes, libros y golosinas.

- ¡Wow! ¡Esto es increíble! - dijo Tomás al ver un libro de cuentos volador.

- ¡Y miren esos juguetes! - agregó Lila, mientras un muñeco de peluche le guiñaba un ojo.

Los niños comenzaron a jugar y explorar. De repente, un brillo intenso iluminó la habitación y apareció una pequeña hada.

- ¡Hola, niños! - dijo el hada con una dulce voz. - Soy Flori, la guardiana de esta casita mágica. Cada vez que alguien entra, se les da la oportunidad de vivir una aventura única. Pero deben elegir sabiamente.

- ¿Cómo funciona? - preguntó Mateo, intrigado.

- Cada uno de ustedes puede elegir un objeto, y a partir de ahí vivirán una aventura - explicó Flori.

Lila eligió un libro con un dragón, Mateo se quedó con un mapa del tesoro y Tomás escogió un reloj que podía detener el tiempo.

- ¡Qué emocionante! - se dijeron entre risas, pero no se dieron cuenta de que el reloj tenía un pequeño botón rojo

- ¡A la cuenta de tres lo probamos! - sugirió Tomás.

- Uno, dos, ¡tres! - gritaron todos juntos, y cuando Tomás presionó el botón, todo a su alrededor se congeló.

- ¡Ay, no! ¿Qué hicimos? - exclamó Lila, mirando a su alrededor.

- ¡No se preocupen! - dijo Flori. - La aventura ha comenzado. Pero deben encontrar una forma de resolverlo antes de que se acabe el tiempo. Si no, quedarán atrapados en este momento.

Los amigos comenzaron a buscar por toda la casita, cada vez más nerviosos pero decididos a encontrar una solución. Lila observó que en el libro de dragones había una clave para responder una adivinanza.

- ¡Miren! - dijo señalando el libro. - Dice que sólo cuando el dragón suelte una lágrima de felicidad, el hechizo se romperá.

- ¿Y cómo logramos que un dragón llore? - preguntó Mateo, preocupado.

- Tal vez debamos entenderlo y hacer algo que lo haga feliz - sugirió Tomás.

Así que los amigos comenzaron a leer el libro, que hablaba de un dragón solitario que solo quería un amigo. Con esa información, decidieron hacer un plan.

- ¡Vamos a buscar al dragón! - dijo Lila con determinación. - Si logramos que el dragón se sienta querido, tal vez llore de felicidad.

Empezaron a seguir las pistas del mapa y llegaron a un claro en el bosque donde encontraron al dragón, que lucía triste y solitario.

- Hola, Dragón. Nos enteramos de que estás solo. - dijo Mateo con una voz suave. - ¿Te gustaría jugar con nosotros?

- ¿Jugar? Nunca he tenido amigos. - dijo el dragón, abrazando su cola con tristeza.

- ¡Nosotros seremos tus amigos! - anunció Lila. - Podemos jugar a la pelota, contar historias... ¡Lo que sea!

El dragón, al escuchar esas palabras, sonrió por primera vez. Empezaron a jugar juntos: el dragón lanzaba llamas suaves y ellos se reían mientras corrían. Poco a poco, el dragón se sintió mucho más alegre.

- Gracias, amigos. Nunca pensé que esto sería tan divertido. - dijo el dragón, y una lágrima de felicidad rodó por su mejilla.

- ¡Lo logramos! - gritaron los niños al ver la lágrima. Regresaron corriendo a la casita y contaron a Flori lo que había sucedido.

- Han hecho un gran trabajo. La amistad y la alegría del dragón han roto el hechizo. - dijo Flori, sonriendo. - Y ahora, los llevaré de vuelta a casa.

Con un movimiento de su varita, Flori los llevó de regreso al bosque, donde el tiempo volvía a moverse con normalidad.

- ¡Fue la mejor aventura de todas! - exclamó Lila.

- Sí, y aprendimos que a veces lo que más necesita alguien es un poco de amistad. - reflexionó Tomás.

Regresaron a casa con el corazón lleno de alegría, prometiendo volver a visitar la casita mágica y al dragón, sabiendo que la verdadera magia está en la amistad.

Y así, los tres amigos sabían que cada día trae su propia aventura, solo hay que buscarla bien, y tener siempre un lugar en el corazón para la amistad.

FIN.

Dirección del Cuentito copiada!