Los números aventureros en la escuela de matemáticas


Había una vez en un mundo mágico, donde los números del 1 al 100 vivían y jugaban felices. Cada número tenía su propia personalidad: el 1 era tímido, el 2 era travieso, el 3 era simpático, y así sucesivamente.

Un día soleado, los números estaban aburridos y decidieron visitar la escuela de primer grado para conocer a los chicos que recién comenzaban a aprender sobre ellos.

Al llegar a la clase, los niños se sorprendieron al ver a los números entrar por la ventana. - ¡Hola chicos! ¡Somos los números del 1 al 100 y venimos a jugar con ustedes! - exclamó el número 5 emocionado.

Los niños no podían creer lo que veían y pronto se pusieron a jugar con los números. El número 10 enseñaba a sumar con sus amigos el 5 y el 5, mientras que el número 8 ayudaba a contar de dos en dos.

Los chicos reían y aprendían sin darse cuenta gracias a la divertida compañía de los números. Pero la diversión se vio interrumpida cuando de repente apareció el malvado número -1. Este número travieso quería arruinar la armonía entre los demás números y los niños.

- ¡Ja ja ja! Soy el -1 y voy a restar toda la diversión de este lugar! - gritó con malicia. Los niños se sintieron tristes al ver cómo el -1 intentaba sembrar discordia entre ellos y los demás números.

Pero fue entonces cuando surgió un plan brillante: trabajar juntos para mostrarle al -1 que todos eran importantes en su propia forma. Los números formaron una cadena numérica del 1 al 100 e invitaron al -1 a unirse también.

Poco a poco, el -1 comenzó a comprender que, aunque fuera negativo, también tenía su valor en las operaciones matemáticas. Finalmente, el -1 se disculpó por su comportamiento egoísta y prometió ser más positivo en adelante.

Los niños aplaudieron emocionados ante esta lección de trabajo en equipo y aceptación mutua. Desde ese día en adelante, todos jugaron felices juntos en la escuela de primer grado: sumando risas, restando tristezas y multiplicando amistad entre cada uno de ellos.

Y así fue como los números del 1 al 100 demostraron que juntos son más fuertes e imparables cuando trabajan unidos hacia un mismo objetivo: aprender jugando.

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