Los ojos de la tierra
En un pueblo tradicional de la sierra, vivía un niño llamado Mateo, quien tenía la mirada profunda y sabia de José María Arguedas.
Desde pequeño, Mateo había desarrollado una conexión especial con la naturaleza, tanto que podía percibir los susurros del viento, los secretos de las montañas y las historias de los ríos.
Su abuela, Doña Juana, le contaba que esa conexión era un regalo de la Pachamama, la madre tierra, que lo había elegido para ser su voz y su protector. Mateo amaba pasar horas contemplando los campos, escuchando el sonido del agua y observando las aves en su vuelo.
Un día, una sequía inusual azotó al pueblo, el maíz no crecía, los animales no encontraban agua y el ánimo de la gente decaía. Mateo, preocupado por la comunidad y la tierra, decidió emprender un viaje en busca de respuestas. Recorrió senderos en busca de sabios, visitó lagunas sagradas y exploró bosques milenarios.
En su travesía, conoció a personajes mágicos como el zorro de siete colas que le enseñó a escuchar atentamente a la naturaleza, al cóndor mensajero que le reveló los secretos del viento y al anciano del bosque que le transmitió antiguos cantos de agradecimiento a la tierra.
Con cada enseñanza, la mirada de Mateo se hacía más sabia y su conexión con la naturaleza más profunda.
Al regresar al pueblo, Mateo reunió a los habitantes y les compartió sus aprendizajes.
Juntos, realizaron ceremonias de agradecimiento a la tierra y prometieron cuidarla con amor y respeto. Pronto, la sequía cedió, el maíz volvió a crecer, los animales recuperaron su vitalidad y la alegría retornó al pueblo.
Mateo se convirtió en el guardián de la tierra, guiando a su gente en el camino de armonía y cuidado. Su mirada, llena de la sabiduría de José María Arguedas, iluminaba los corazones de todos, recordándoles la importancia de vivir en armonía con la naturaleza.
FIN.