Los Ositos y el Bosque Mágico
Era un hermoso día soleado cuando el papá osito, la mamá osita y el pequeño osito decidieron salir a explorar el bosque. Todo estaba cubierto de flores de colores brillantes y el aire olía a frescura. No sabían que esa sería una aventura increíble.
- “¡Mirá esas flores de todos los colores! ” - exclamó el pequeño osito, emocionado al ver un campo lleno de margaritas y girasoles.
- “Sí, hijo. Este bosque es un lugar mágico.” - respondió el papá osito, mientras le hacía un guiño a la mamá osita, que sonreía con ternura.
Luego de un rato caminando, encontraron un gran árbol con un agujero en su tronco.
- “¿Qué hay adentro de ese árbol? ” - se preguntó el pequeño osito, curiosidad brillando en sus ojos.
- “Vamos a ver, pero con cuidado.” - dijo la mamá osita mientras se acercaban al árbol.
Al asomarse, vieron un pequeño duendecillo que estaba intentando sacar un atrapado moño de su sombrero.
- “¡Hola! ” - gritó el pequeño osito.
- “¡Hola! ” - contestó el duendecillo, sorprendido. - “Me llamo Lúmi. Gracias por ayudarme.”
El duendecillo agradecido les prometió mostrarles un lugar especial en el bosque.
- “¡Vamos! ” - exclamó el papá osito, emocionado ante la idea de descubrir algo nuevo.
Lúmi los guió a través de un sendero escondido entre árboles altos. Llegaron a un claro donde había un río brillante que reflejaba la luz del sol, y toda clase de animales jugaban felices.
- “Este es el Río de la Amistad.” - explicó Lúmi. - “Aquí todo el mundo juega y se ayuda. ¿Quieren unirse? ”
El pequeño osito miró a sus padres. Sabía que era un lugar nuevo, pero siempre enseñaban a no hablar con extraños.
- “¿Puedo jugar, mamita? ” - preguntó nerviosamente.
- “Podés, pero siempre te vamos a cuidar.” - dijo la mamá osita, sonriendo confiadamente.
Y así, el pequeño osito se adentró en el juego con los animales del río. Así conoció a un conejo, una ardilla y un pato, quienes lo llenaron de risas y diversión.
Pero, de repente, el pato se asustó y gritó:
- “¡Cuidado! ¡Viene un gran oso! ”
El pequeño osito se volvió a mirar a Lúmi, quien intentaba calmar a todos.
- “No se asusten, sólo es un oso que tiene hambre. Podemos ayudarlo.” - dijo el duendecillo.
El pequeño osito sintió una pequeña punzada de miedo, pero recordando lo que su mamá siempre decía sobre ayudar a los que lo necesitan, se armó de valor.
- “¿Cómo podemos ayudarlo? ” - preguntó el pequeño osito.
- “Podemos compartir nuestra comida.” - sugirió el padre osito.
Juntos, todos se acercaron al gran oso, quien al principio lucía amenazante, pero se calmó al oler la comida.
- “¡Gracias, pequeños! No quería asustarlos, solo estaba buscando algo para comer.” - dijo el gran oso, con una voz profunda pero amable.
- “¡No hay problema! Todos podemos compartir,” - respondió el pequeño osito con una sonrisa.
Así, los ositos y los animales del río compartieron la comida y se llenaron de historias, risas y, lo más importante, de amistad. El gran oso prometió nunca olvidar el día en que su hambre lo llevó a un rincón tan especial del bosque.
Cuando cayó la tarde, el pequeño osito se despidió de todos sus nuevos amigos y regresó a casa con sus padres.
- “Hicimos algo bueno hoy, ¿no? ” - comentó el pequeño osito en el camino de regreso.
- “Sí, y aprendiste la importancia de ayudar a los demás.” - respondió la mamá osita mientras acariciaba su cabeza.
Y así, los tres ositos llegaron a su casita, y mientras cenaban la sopa que la mamá había preparado, sabían que ese día en el bosque les había enseñado que con un poco de valentía y bondad, siempre se puede hacer la diferencia.
Desde entonces, el pequeño osito miraba el bosque de otra manera, como un lugar lleno de amigos y oportunidades para ayudar y ser ayudados. Y cuando miraba a su alrededor, sabía que cada día es una nueva aventura esperando ser descubierta.
FIN.