Los ositos y las estrellas



Había una vez en el bosque de la Patagonia, una familia de osos golosos que vivían en una acogedora cueva.

El papá oso se llamaba Pancho, la mamá oso se llamaba Marta y sus tres hijos se llamaban Benito, Lola y Toto. Eran osos muy juguetones y curiosos, pero sobre todo ¡muy golosos! Un día, mientras Pancho estaba pescando en el río, Marta cuidaba a los pequeños ositos.

Benito, el mayor de los hermanos, tuvo una idea brillante. "¡Hermanitos! ¿Qué les parece si vamos a explorar el bosque en busca de deliciosas frutas para comer?" - propuso Benito emocionado. "¡Síííí!" - gritaron Lola y Toto al unísono.

Así que los tres hermanos salieron corriendo hacia el bosque sin decirle nada a su mamá. Mientras caminaban entre los árboles frondosos, Benito les contó a Lola y Toto historias emocionantes sobre las aventuras que podrían tener juntos.

De repente, escucharon un ruido extraño proveniente detrás de unos arbustos. Con valentía, decidieron acercarse para investigar qué era ese misterioso sonido. Para su sorpresa, encontraron un panal gigante lleno de miel dorada.

"¡Miren lo que encontré! ¡Esto es mejor que cualquier fruta del bosque!" - exclamó Toto con alegría. Los tres hermanos no pudieron resistirse y empezaron a comer la miel con ansias. Estaban tan distraídos disfrutando su festín que no notaron cómo pasaba el tiempo.

Cuando finalmente levantaron la vista, vieron que ya era tarde y habían perdido el camino de regreso a casa. "Oh no... ¿cómo le diremos esto a mamá?" - lamentó Lola preocupada.

Benito sabía que debían encontrar la manera de regresar antes de que sus padres se preocuparan demasiado por ellos. Recordó haber escuchado a su papá hablar sobre algunas constelaciones en el cielo nocturno cuando salían juntos a observar las estrellas.

"Chicos, creo recordar por dónde está nuestra cueva basándonos en las estrellas que papá nos ha enseñado" - dijo Benito tratando de tranquilizarlos. Guiados por las estrellas y gracias al ingenio de Benito lograron encontrar el camino de regreso a casa justo a tiempo para ver amanecer.

Al llegar allí fueron recibidos por unos padres preocupados pero aliviados al verlos sanos y salvos. "¿Dónde estuvieron? ¡Estábamos tan preocupados!" - exclamó Marta abrazando fuertemente a sus hijos. "Lo siento mamá...

nos perdimos en el bosque pero gracias a Benito pudimos volver" - explicó Lola avergonzada por haberse metido en problemas.

Pancho miró orgulloso a su hijo mayor y le dio unas palmaditas en la espalda como señal de aprecio por haber cuidado tan bien de sus hermanitos durante esa aventura inesperada. Desde ese día, los hermanos aprendieron lo importante que es estar siempre juntos y cuidarse mutuamente.

Y aunque seguían siendo ositos golosos amantes de las dulces mieles del bosque, nunca más volvieron a meterse en problemas sin contar primero con la ayuda y orientación adecuada.

FIN.

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