Los Palos Mágicos de los Tres Hermanos
Érase una vez, en un pequeño pueblo llamado Esperanza, tres hermanos: Tomi, la mayor, de diez años; Lila, la mediana, de ocho; y Pablito, el más pequeño, de cinco. Un día, mientras exploraban el bosque detrás de su casa, encontraron tres palos brillantes, cada uno con un color diferente. Tomi tomó un palo azul, Lila el rojo y Pablito el verde.
"¡Miren lo que encontramos!" -exclamó Tomi, moviendo su palo azul que chisporroteaba con destellos.
"¿Qué serán?" -preguntó Lila, admirando su palo rojo que parecía calentar la mano.
"Son palos mágicos, seguro que tienen poderes especiales" -dijo Pablito, moviendo su palo verde como si ya supiera que tenía alguna propiedad mágica.
Emocionados, los hermanos decidieron probar los palos en el bosque. Cada vez que hacían un gesto con sus palos, sucedía algo sorprendente. Tomi descubrió que con el movimiento del palo azul podía hacer que las flores florecieran al instante. Lila, con su palo rojo, podía encender pequeñas luces en la oscuridad. Y Pablito, con el suyo verde, hacía que los árboles se movieran, como si bailaran al ritmo de su risa.
"¡Esto es increíble!" -gritó Tomi, llenándose de orgullo por su descubrimiento.
Pero no todo era diversión. Mientras exploraban más el bosque, se dieron cuenta de que los animales que vivían allí comenzaban a desaparecer poco a poco.
"¿Dónde están todos los pájaros y conejos?" -preguntó Lila con preocupación.
"No lo sé…" -respondió Pablito, mientras sostenía su palo verde, sintiendo que algo no estaba bien.
Al día siguiente, decidieron seguir la pista de los animales desaparecidos. Al entrar más al bosque, notaron un lugar oscuro y tenebroso, donde el sol apenas podía iluminar. Fue allí donde se encontraron con un viejo sabio que vivía en una cueva.
"¿Quiénes son estos pequeños?" -preguntó el viejo con una voz profunda.
"Nosotros somos Tomi, Lila y Pablito. Encontramos estos palos mágicos, pero los animales del bosque están desapareciendo y queremos ayudarles" -explicó Tomi, aunque sentía un cosquilleo de inseguridad.
El viejo los miró detenidamente y dijo:
"Los palos que encontraron son poderosos, pero también requieren responsabilidad. Si los usan solo para jugar, puede pasar que el equilibrio del bosque se rompa. Deben aprender a usarlos para el bien de todos".
"¿Y cómo hacemos eso?" -preguntó Lila, sintiendo un gran peso de responsabilidad.
"Debemos restaurar el equilibrio. Los animales huyen por miedo. Necesitan que los ayuden sin usar los palos. La verdadera magia está en su bondad" -respondió el sabio.
Los hermanos reflexionaron y decidieron que utilizarían los palos de una manera diferente. En lugar de mostrar su poder, se dedicaron a cuidar del bosque y ayudar a los animales. Colocaron agua en lugares donde podía ser difícil de encontrar y dejaron comida cerca de los arbustos. Con el tiempo, los animales empezaron a regresar.
Pablito, al ver un conejito, sonrió y dijo:
"¡Mira, Lila! ¡Está volviendo!" -y con su risa contagiosa, pareció invitar a otros animales a venir también.
Tomi, con su palo azul, ayudaba a que las flores crecieran alrededor de los refugios que construyeron para los animales. Lila iluminaba el camino para que los animales pudieran sentirse seguros.
Después de varias semanas de esfuerzos, el bosque volvió a cobrar vida. Los hermanos se reunieron con el viejo sabio nuevamente para contarle lo que habían hecho.
"Han aprendido la lección, pequeños. La verdadera magia se encuentra en la bondad y el amor que le dan a quienes los rodean. Así que, por eso, ahora cada uno puede usar su palo mágico como ustedes quieran siempre y cuando sigan ayudando a los demás" -les dijo el sabio, sonriendo.
Desde ese día, los tres hermanos continuaron usando sus palos mágicos, pero esta vez para hacer del bosque un lugar mejor, donde todos los animales pudieran vivir felices y en armonía. Juntos aprendieron que el poder verdadero no está solo en la magia, sino en el cariño y la ayuda que podemos ofrecer a los demás. Y así, cada vez que miraban sus palos, recordaban que la mayor magia de todas era la colaboración y la bondad.
Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.
FIN.