Los Pasos Mágicos del Caporal
Había una vez, en un pequeño pueblo argentino, un grupo de amigos: Lía, Juanito, y Sofía. Un día soleado decidieron aventurarse al campo para descubrir nuevos juegos. Cuando llegaron a un amplio prado, Juanito, el más curioso, encontró un viejo sombrero de caporal escondido entre las flores.
"¡Miren lo que encontré!" - exclamó Juanito emocionado.
"¡Es el sombrero de un caporal!" - dijo Lía, con los ojos brillantes.
Sofía, siempre llena de imaginación, sugirió: "¿Y si hacemos una competencia de caporales?"
Los tres se pusieron a pensar cómo podrían simular que eran caporales.
"Primero, debemos aprender los pasos de baile, los pasos del caporal, ¡que son los más divertidos!" - dijo Juanito mientras comenzaba a patear el suelo con ritmo.
Lía se unió y comenzó a dar brincos, mientras Sofía los miraba con una sonrisa divertida.
"A ver, hagan una coreografía, ¡que el caporal que lleva el sombrero debe guiar!" - agregó Sofía, y así empezaron a practicar.
Mientras aprendían los pasos, en un rincón del prado, apareció un viejo caporal que estaba cuidando su ganado. Vio a los chicos alcanzando la cima de lo que parecían ser pasitos descoordinados, y les dijo:
"¡Eso no es así! ¡Déjenme mostrarles!" - y comenzó a bailar alegremente. Con movimientos llenos de gracia, el caporal les enseñó los pasos de baile, desde los saltitos hasta los giros enérgicos.
"¡Eso es! ¡Así se hace!" - gritaron los amigos, divirtiéndose al ver al caporal moverse. El caporal les explicó que se necesitaba pasión y alegría para bailar.
"La danza es el latido del corazón, solo así se siente en el alma. ¡Vamos a jugar juntos!"
Los chicos, animados, siguieron la versión del caporal. Mientras todos bailaban y se reían, una ráfaga de viento hizo volar el sombrero, y cayó en la cabeza de Sofía.
"¡Yo soy la caporal!" - gritó Sofía, riendo y haciendo pasos más atrevidos con el sombrero puesto.
"¡Eso es! ¡Dale con todo!" - animó Juanito, mientras Lía giraba como si estuviera en un carrusel.
La competencia se convirtió en una gran fiesta: bailaron en círculos, saltaron y celebraron el momento juntos.
Al final del día, el caporal sonrió y les dijo:
"Recuerden, no solo es un juego, es sobre compartir, aprender y disfrutar cada paso, cada giro.¡Hasta la próxima, caporales!"
Los amigos se despidieron con un abrazo y un espíritu lleno de alegría, sabiendo que se llevarían consigo una hermosa lección: la amistad y la diversión auténtica siempre traen felicidad.
Fuera del campo, el viejo caporal los observó alejarse con una sonrisa, satisfecho de haber compartido lo que realmente importa: la tradición y el amor por la vida. Desde ese día, cada vez que se encontraban, los tres amigos realizaban sus propios pasos del caporal, riendo y disfrutando de lo que más les gustaba: el juego y la compañía. ¡Fin!
FIN.