Los Patacos y el Fuego Robado



En un rincón del mundo, había dos tribus que convivían en armonía con los cuatro elementos: el agua, el fuego, el aire y la tierra. Los Patacos eran una tribu pequeña, amable y muy creativa, pero había un problema: no tenían fuego. Su vecina, la tribu Chiriguana, poseía el fuego y lo utilizaban para hacer grandes fogatas, preparar deliciosas comidas y, sobre todo, iluminar la noche. Los Chiriguanos eran, en apariencia, bondadosos pero guardaban un secreto: estaban dispuestos a hacer lo que fuera por mantener el fuego solo para ellos.

Un día, la pequeña Pataco de once años llamada Patu, decidió que ya era hora de que su tribu tuviera fuego. Caminó hasta el río, donde se encontró con su mejor amiga, Tita.

"Tita, creo que tenemos que hacer algo sobre el fuego de los Chiriguanos" - dijo Patu con determinación.

"¿Pero qué podemos hacer? ¡Son muy fuertes!" - respondió Tita con preocupación.

"Podríamos pedirles que nos compartan un poco" - sugirió Patu.

Tita asintió, aunque sabía que los Chiriguanos no eran muy generosos. Tras pensarlo un momento, decidieron ir a hablar con el gran jefe Chiriguano, Don Coco.

Al llegar a la aldea Chiriguana, Patu y Tita se sintieron un poco intimidadas. Pero la curiosidad era más fuerte. Se acercaron a Don Coco, quien estaban sentado junto a una gran fogata.

"¡Hola!" - saludó Patu con una sonrisa, tratando de demostrar valor. "Venimos a pedir un poco de fuego, por favor. Nos encantaría compartirlo para poder tener nuestro propio fuego en la tribu".

Don Coco miró a las chicas con una ceja levantada.

"¿Acaso piensan que podemos compartir lo que es tan valioso? El fuego es nuestro tesoro" - respondió con voz profunda y grave.

"Pero, Don Coco, ¿no sería hermoso compartirlo? Podemos hacer fiestas, contar historias alrededor del fuego y unir nuestras tribus" - insistió Tita, esperanzada.

"No necesito que mis enemigos se acerquen más. ¡No quiero que se lo roben!"

Desanimadas, Patu y Tita se alejaron, sabiendo que habían fracasado. Pero mientras caminaban hacia la aldea Pataco, Patu empezó a tener una idea.

"Tita, ¿y si decidimos hacer nuestro propio fuego? ¿Pero de una manera diferente? Podríamos buscar un fuego que esté ahí, esperando ser encontrado".

"¿Y cómo lo hacemos?" - preguntó Tita, intrigada.

"Podemos usar el poder del aire y la tierra. Quizás podamos crear pequeños chispas. O buscar a la diosa de los elementos, ella podría darnos algún consejo" - contestó Patu.

Pensando que no tenían nada que perder, ambas chicas empezaron a investigar. Se adentraron en el Bosque de los Susurros, un lugar mágico donde los animales converse con sabiduría. Allí conocieron a un viejo búho llamado Don Fuego.

"¿Quiénes son ustedes, pequeñas?" - preguntó el búho, mirando con curiosidad.

"Buscamos a la diosa de los elementos porque queremos crear nuestro propio fuego" - respondió Patu.

"La diosa de los elementos está en la cima de la montaña más alta. Pero para llegar hasta ella, necesitarán completar una serie de pruebas" - dijo el búho.

Y así, el búho les explicó que la primera prueba sería conseguir agua de la cascada más alta. Con esfuerzo, Patu y Tita lograron llenar su pequeña cantimplora. Al regresar, Don Fuego aprobó su esfuerzo.

"Bien hecho, ahora, la segunda prueba es hacer que el viento sople en tu favor. Tienen que encontrar la hoja más suave y dejar que el viento la lleve" - les indicó.

Las chicas buscaron y una hoja perfecta apareció. Utilizando su ingenio, comenzaron a cantar. Un fuerte viento sopló y la hoja voló alto, haciendo que el búho sonriera.

"Por último, usen la tierra para crear algo único" - dijo Don Fuego. Juntas, las chicas hicieron una figura con barro.

"¡Miren! Crearon un fuego en barro, ¡brillante!" - exclamó el búho, muy emocionado.

Día tras día, las chicas trabajaron bajo la guía de Don Fuego y poco a poco crearon un fuego mágico. Estaban muy emocionadas. La llama brillaba intensamente con los colores del arcoíris.

Finalmente, al haber completado las tres pruebas, Don Fuego les sonrió y les dijo:

- “Ustedes serán las guardianas de este fuego. Ahora, es el momento de llevar el fuego a su tribu”.

Sin pensarlo dos veces, Patu y Tita corrieron de regreso a su aldea, donde compartieron el milagroso fuego con sus compatriotas. La luz y el calor del fuego nuevo llenaron de colores y alegría la vida de los Patacos.

Pero al día siguiente, los Chiriguanos vinieron a pedir perdón por la vez anterior. Solo querían ver el nuevo fuego que se había esparcido por la aldea.

"¿Podemos compartirlo?" - preguntó Don Coco, visiblemente avergonzado.

"Por supuesto, el fuego es para compartir, así como la alegría y el amor" - dijo Patu con una sonrisa.

Y así, la fraternidad floreció entre ambas tribus debido a un gesto simple, porque el fuego robado no solo se tradujo en luz, sino en la unión entre ambas comunidades. Juntas, celebraron la diversidad y prometieron cuidarse mutuamente.

En ese mismo bosque, Don Fuego sonreía, feliz de ver cómo dos tribus podían aprender a convivir y compartir; porque el verdadero fuego estaba en sus corazones, y el fuego verdadero nunca se apaga.

FIN.

Dirección del Cuentito copiada!