Los Patos de la Laguna Mágica
En un hermoso día de primavera, en una laguna rodeada de flores coloridas y árboles frondosos, vivían tres patitos: Pipo, Lila y Tomás. A veces se sentían un poco cansados de nadar todo el día y buscar insectos. Pero, a pesar de eso, siempre se divertían juntos.
Un día, mientras jugaban en el agua, notaron a un extraño que caminaba por la orilla. Era un viajero con una gran mochila a la espalda. Se veía cansado y sudoroso, así que Lila, la más atrevida de los tres, decidió acercarse.
- “¡Hola, amigo! ¿Estás perdido? ” - preguntó.
El viajero se detuvo y sonrió al notar a los patos.
- “Hola, pequeños. Me llamo Lucas y estoy tratando de encontrar un camino hacia el pueblo. Pero estoy muy cansado y no sé si tendré energía para llegar.”
Pipo, sabiendo que siempre se podía ayudar a alguien en apuros, se acercó nadando.
- “Podemos ayudarte, si quieres. La laguna es un buen lugar para descansar. Puedes tomar agua y comer algo.”
El viajero se sentó al borde de la laguna y comenzó a tomar un poco de agua fresca. Mientras tanto, los patitos se acercaron nadando, y empezaron a charlar.
- “¿Qué haces de viaje? ” - preguntó Tomás, curioso como siempre.
- “Vengo de un lugar lejano. He decidido explorar el mundo y conocer diferentes culturas y paisajes. Pero a veces, el camino puede ser muy agotador.”
Los patitos escuchaban con atención las historias de Lucas sobre montañas, ciudades y ríos. A medida que charlaba, su cansancio parecía desaparecer.
- “¿Y qué lugar de todos te ha gustado más? ” - preguntó Lila.
- “Cada lugar tiene su encanto, pero los verdaderos tesoros son las personas que conozco en el camino.”
Después de un buen rato de charlas, Lucas se sintió renovado.
- “Gracias, amigos. Necesitaba este descanso y sus historias me han llenado de energía. ¿Podrían ayudarme a encontrar el camino hacia el pueblo? ”
Los patitos se miraron entre sí, y luego Pipo dijo:
- “Podemos ayudarte, pero primero debemos asegurarnos de que no estás ciego. ¡Hagamos una carrera! ¡Al primer patito que cruce la pequeña isla y regrese! ”
Lucas se rió y aceptó.
- “Vamos entonces, ¡a la carrera! ”
Los patitos nadaron tan rápido como pudieron, mientras Lucas corría a lo largo de la orilla. En una de las vueltas, Pipo tropezó con unas piedras y cayó al agua. Pero en lugar de rendirse, se levantó rápidamente y continuó nadando.
- “¡No te rindas, Pipo! ¡Sigue nadando! ” - gritó Lila desde adelante.
Finalmente, Lila llegó a la isla primero, seguida de Tomás y un poco más tarde Pipo. Lucas apenas lograba mantener el ritmo, pero estaba disfrutando cada momento.
- “¡Los patitos son los mejores nadadores! ” - exclamó Lucas con una sonrisa.
Después de la carrera, al terminó la tarde, los patitos llevaron a Lucas al camino hacia el pueblo.
- “¡Gracias por la ayuda, amigos! Nunca olvidaré esta experiencia.” - dijo Lucas emocionado.
- “Y siempre que necesites un descanso, aquí estaremos nosotros, en la laguna mágica de los patitos.”
Lucas se despidió y continuó su camino, llevando consigo los recuerdos de esa divertida tarde. Y así, los patitos aprendieron algo importante: a veces, ayudando a otros, también encontramos inspiración y energía para seguir adelante. Desde entonces, hicieron un pacto de siempre estar ahí para nuevos amigos y compartir historias, porque cada encuentro puede ser una aventura mágica.
Y así, la laguna se convirtió en un lugar no solo de juegos, sino de grandes y pequeños encuentros que enriquecían a todos los que pasaban por allí.
FIN.