Los Peces de la Navidad
En el fondo del mar, donde las aguas brillan como estrellas y las algas bailan al ritmo de las corrientes, vivían tres peculiares amigos: Lila, la pececita de colores brillantes; Rayo, el pez espada veloz; y Nube, el pez globo soñador. Se acercaba la Navidad, una época mágica en la que todos en el océano celebraban la amistad y la bondad.
- ¡Amigos! -exclamó Lila un día mientras nadaban por un arrecife-. ¡Ya se siente el espíritu navideño! ¿Qué vamos a hacer este año para celebrarlo?
- ¡Podríamos organizar una fiesta! -sugirió Rayo, moviendo su aleta emocionado- ¡Invitemos a todos los peces del barrio!
- Pero no tengo plata para comprar decoraciones -observó Nube, inflándose un poco por la preocupación.
- No te preocupes, Nube. ¿Qué tal si hacemos nuestras decoraciones con lo que encontramos en el mar? -respondió Lila.
Así, los tres amigos se pusieron en marcha. Recolectaron conchas, algas, y pequeñas estrellas de mar. Lila usó su talento para diseñar hermosos adornos, mientras que Rayo se encargó de preparar el espacio. Nube, aunque no era tan rápido, se ocupó de soplar un poco de aire para dar forma a los globos marinos.
Mientras trabajaban, se encontraron con un viejo pez tortuga llamado Don Tito, que estaba triste al ver a sus amigos transformar las cosas en adornos.
- ¿Qué te pasa, Don Tito? -preguntó Lila, preocupada.
- Bueno, jovencitos -suspiró el tortuga- aunque la Navidad es un tiempo de alegría, yo me siento solo porque no tengo a nadie con quien celebrarlo.
- ¡Eso no puede ser! -dijo Rayo-. ¡Vamos a invitarlo a la fiesta!
Pero entonces, Nube tuvo una idea brillante.
- ¡Y no solo a Don Tito! -exclamó-. Podríamos invitar a todos los que estén solos en esta fecha. Haremos una gran fiesta para que todos se sientan bienvenidos.
La idea fue un éxito. Los tres peces dedicaron el resto de sus días a invitar a todos los habitantes del mar. Se hicieron carteles de algas y decoraron cada rincón del océano. Cuando llegó el gran día, la festividad era asombrosa. Todos los peces, grandes y pequeños, nadaron hacia el lugar de la celebración.
- ¡Miren cómo brilla todo! -dijo Rayo-, ¡esto es increíble!
- ¡No puedo esperar a que empiece la música! -gritó Lila, mientras los demás peces comenzaban a bailar y a reírse.
Sin embargo, en medio de la fiesta, ocurrió algo inesperado. Un grupo de peces traviesos, que siempre hacían bromas pesadas, apareció y comenzaron a desordenar las decoraciones.
- ¡¿Qué hacen? ! -gritó Lila, intentando recuperar un adorno que se había ido volando.
Pero en lugar de enojarse, Nube propuso hablar con ellos.
- Quizás se sienten solos, como Don Tito. Tal vez solo necesitan un poco de diversión -sugirió Nube.
- ¡Eso es! -asintió Rayo-. Vamos a incluirlos en la fiesta.
Los amigos se acercaron y, en lugar de pelear, invitaron a los peces traviesos a unirse a la celebración.
- ¿Quieren ayudar a hacer que esto sea aún más divertido? -les preguntó Lila con una sonrisa.
Al principio, los peces traviesos se sorprenden, pero luego, se unieron amablemente a los demás, ayudando a decorar y hasta inventando juegos.
La fiesta se convirtió en un evento inolvidable. Todos se rieron, bailaron y disfrutaron de la compañía de unos a otros. No solo celebraron la Navidad, sino que también aprendieron que abrir el corazón a otros podría traer una alegría inesperada.
- ¡Gracias por invitarnos! -dijeron al final de la fiesta los peces traviesos, emocionados por haber sido incluidos.
- La verdadera magia de la Navidad es la amistad y compartir con los demás. -dijo Nube con una gran sonrisa, inflándose de orgullo.
Así, en el fondo del mar, los tres amigos celebraron una Navidad inolvidable, rodeados de nuevas amistades y mucho amor.
Desde entonces, la tradición de celebrar juntos cada Navidad continuó, recordando siempre que no importa cuán solitarios se sientan los demás, hay que abrirles el corazón y las puertas de la amistad.
FIN.