Los Pequeños Gigantes y el Poder de la Amistad
En un pequeño pueblo llamado Gigantolandia, donde todos eran unos pequeños gigantes, los niños tenían una particularidad: eran capaces de crecer y encogerse a voluntad. Sin embargo, había una regla muy importante: nunca podrían crecer si no trabajaban en equipo con sus amigos.
Un día soleado, Tomi, un niño con un gran sueño, se acercó a su grupo de amigos. Él quería tocar la campana más alta del pueblo, que estaba en la cima de la Montaña Sombría.
"¡Chicos, quiero subir a la montaña y tocar la campana!" - dijo Tomi con entusiasmo.
"Pero, Tomi, esa montaña es muy alta. ¿Cómo vamos a llegar?" - preguntó Lila, una pequeña gigante que siempre pensaba en las dificultades.
"Podemos usar nuestras habilidades de crecer y encogernos. ¡Juntos podemos hacerlo!" - respondió Tomi.
Los amigos se miraron entre sí y, aunque un poco dudosos, decidieron ayudar a Tomi. Así que se pusieron en acción:
Para comenzar, Nina, que era muy buena para organizar, les dijo: "Primero, hagamos un plan. Necesitamos construir una escalera gigante y empujarlo en grupo".
Los pequeños gigantes se unieron y comenzaron a recolectar troncos y piedras del alrededor. Mientras trabajaban, se contaban historias.
"Recuerdo cuando fui al mercado y vi un pez enorme" - contaba León, el más bromista del grupo. "Dijeron que podía hacer un salto gigante, pero me escapó. ¡Fue un espectáculo!"
Las risas y el trabajo en equipo continuaron, y entre todos lograron construir la escalera. Sin embargo, cuando la terminaron, se dieron cuenta de un problema.
"¡Es demasiado pesada! ¡No podemos moverla!" - se lamentó Sol.
Pero en lugar de rendirse, los amigos se pusieron a pensar. Tomi, siempre positivo, sugirió:
"¿Qué tal si encogemos la escalera un poco más y luego la volvemos a agrandar en la montaña?"
A todos les pareció una buena idea, así que se encogieron y con esfuerzo lograron arrastrar la escalera hasta la base de la montaña. Al llegar, la expandieron nuevamente. La montaña era muy imponente, pero el grupo estaba decidido.
Una vez allá arriba, Tomi miró hacia el campanario y dijo:
"¡Lo logramos, amigos!"
"¡Sí!" - gritaron todos al unísono.
Sin embargo, cuando Tomi alcanzó la campana y la hizo sonar, algo extraño pasó. La campana comenzó a vibrar y a sonar como nunca antes. En un momento, una ráfaga de viento sopló y las nubes se despejaron. De repente, un arcoíris apareció en el cielo, y desde la montaña se escuchó el eco del timbre llamando a todos a Gigantolandia.
El pueblo, al escuchar la campana, corrió hacia la montaña y al ver a los pequeños gigantes, todos se detuvieron.
"¿Qué está sucediendo aquí?" - preguntó el alcalde de Gigantolandia, un pequeño gigante muy sabio.
Tomi sonrió y dijo:
"Decidimos trabajar juntos para tocar la campana, y ahora estamos aquí, por la magia de la amistad."
El alcalde, emocionado, aplaudió y dijo:
"Esto es un gran recordatorio del poder de la interacción y colaboración entre amigos. A veces, la verdadera grandeza no está en ser alto, sino en cómo nos unimos para alcanzar nuestros sueños."
Y así, los pequeños gigantes aprendieron que al trabajar juntos, podían lograr cosas impresionantes. Después de ese día, la campana sonaba cada vez que algunos niños decidían trabajar en equipo, recordando a todos el valor de la amistad y el trabajo colaborativo. Gigantolandia se llenó de risas, cuentos y sueños que continuaron creciendo para siempre.
FIN.