Los Pequeños Soñadores de Marte



En el distante planeta Marte, dos marcianos llamados Morfo y Glia vivían juntos en una burbuja de tranquilidad. Nunca salían a pasear, pues preferían explorar el infinito universo a través de cuentos y relatos.

- ¿Sabías que hay un lugar donde el agua brilla como diamantes? - preguntó Morfo un día mientras miraba por la ventana de su hogar.

- No, cuenta más! - respondió Glia emocionada, mientras sus pequeñas antenas temblaban de curiosidad.

Morfo comenzó a relatar la historia del planeta Tierra, con sus grandes océanos y árboles verdes.

- Y dicen que en primavera las flores llenan todo de colores - continuó Morfo.

Glia sonrió, pero luego se puso un poco triste. - Pero, ¿ves? Nunca podremos conocer esos lugares. Estamos aquí en Marte.

Poco sabían ellos que iban a ser padres de dos adorables marcianitos, a quienes llamaron Lila y Rito. Desde muy pequeños, Lila y Rito mostraron un gran interés por descubrir más allá de su hogar, escuchando con atención las historias de sus padres.

Un día, Lila se armó de valor y le preguntó a su madre: - Mamá, ¿podemos salir a ver el mundo? Me gustaría ver esas flores de las que habla papá.

Glia miró a Morfo. - No sé, querida. Es peligroso afuera. El viento puede ser fuerte y no conocemos lo que hay allí.

Lila y Rito se miraron con decepción, pero Lila tuvo una idea brillante. - ¡Podemos construir un cohete! Si logran hacer uno, ¡podremos visitar otros planetas y ver lo que hay más allá de Marte!

- Eso suena emocionante - dijo Rito, saltando de alegría. - Pero, ¿cómo lo hacemos?

Con la ayuda de sus padres, los pequeños comenzaron a recolectar materiales que encontraban cerca de su hogar: rocas brillantes, trozos de metal y polvo de estrellas.

Después de días de trabajo duro, por fin su cohete estuvo listo. Cuando Morfo y Glia vieron el esfuerzo de sus hijos, comenzaron a sentirse un poco más valientes.

- Tal vez deberíamos acompañarlos al menos una vez, para asegurarnos de que estén seguros - sugirió Glia.

El día del lanzamiento llegó, y Lila y Rito estaban llenos de emoción. - ¡Despegamos! - gritó Rito mientras saltaba dentro del cohete, seguido de Lila y sus padres.

Con el rugido de los motores, el cohete se elevó hacia el cielo rojo de Marte. Pero, de repente, se escuchó un fuerte acorde en el motor. ¡Había un problema!

- ¡Ay no! - exclamó Morfo. - ¿Cómo volveremos a casa?

- No se preocupen - dijo Lila, pues había leído en un libro que tener calma en momentos difíciles puede ayudar. - Podemos trabajar juntos y encontrar la solución.

Rito, que siempre había sido un gran observador, se dio cuenta del panel de control. - ¡Si cambio este botón, tal vez podamos hacer que el cohete se estabilice! - gritó.

Todos se miraron, e instintivamente siguieron el plan de Rito. Glia tomó el control del resto usado por Morfo, y juntos los cuatro pulsaron los botones adecuados.

Con un estruendo pero suave en su esencia, el cohete logró estabilizarse. - ¡Lo hicimos! - gritaron Lila y Rito, llenos de orgullo y alegría.

Navegaron por el espacio, contemplando hermosos planetas. - Miren esas flores en el planeta Tierra. ¡Son aún más hermosas de lo que contaron! - exclamó Glia asombrada.

Después de varias aventuras, regresaron a su hogar en Marte, con historias inspiradoras que contar y una lección en sus corazones: los verdaderos límites se encuentran en nuestra mente, y trabajando juntos ¡podemos superar cualquier desafío!

Desde entonces, Morfo y Glia nunca dejaron de explorar el universo con sus hijos, aprendiendo que lo desconocido puede traer grandes sorpresas. Y así, siempre descubrían que la aventura más grande es la que compartimos en familia.

FIN.

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