Los perros valientes y generosos



Había una vez un perro llamado Tito, que vivía en un hermoso pueblo mágico. Tito era muy inteligente y siempre estaba dispuesto a aprender cosas nuevas.

Tenía dos amigos muy especiales, Juan y Marisa, quienes también eran perros entrenados. Un día soleado, mientras paseaban por el parque del pueblo, escucharon un ruido extraño proveniente del bosque cercano. Curiosos como eran, decidieron investigar qué lo causaba.

Al llegar al bosque, se encontraron con una situación inesperada: una ardilla había quedado atrapada enredada entre las ramas de un árbol alto. La pobrecita no podía bajar y estaba asustada. Tito miró a Juan y Marisa con determinación y les propuso ayudar a la ardilla.

"¡Vamos a salvarla!", dijo Tito emocionado. Juan asintió y sugirió: "Yo puedo saltar desde aquí hasta el árbol para soltarla". Marisa agregó: "Y yo puedo sujetarla cuando caiga". Sin perder tiempo, los tres amigos formaron un plan.

Juan saltó con todas sus fuerzas hacia el árbol e hizo todo lo posible por liberar a la ardilla de las ramas entrelazadas. Después de varios intentos, ¡finalmente lo logró! La ardillita cayó suavemente en los brazos de Marisa quien la abrazó cariñosamente.

Todos estaban felices de haber ayudado a alguien en apuros. De repente, escucharon aplausos provenientes del bosque. Era el dueño del bosque mágico que había estado observando todo desde lejos.

El dueño del bosque, un sabio anciano llamado Don Ernesto, se acercó a ellos y les dijo: "¡Qué valientes y generosos son ustedes! Han demostrado que la amistad y el trabajo en equipo pueden lograr cosas maravillosas". Los tres amigos se sintieron muy orgullosos de sí mismos.

Don Ernesto continuó: "Como recompensa por su valentía, quiero concederles tres deseos. Piénsenlo bien y díganme qué desean". Tito, Juan y Marisa se miraron emocionados.

Tito fue el primero en hablar: "Deseo que todos los animales del pueblo tengan comida suficiente todos los días". Juan pensó un momento y dijo: "Yo deseo que todos los niños del pueblo puedan jugar en parques seguros y divertidos".

Por último, Marisa expresó su deseo: "Quisiera que todos los animales abandonados encuentren hogares amorosos donde sean cuidados y queridos". Don Ernesto sonrió con alegría al escuchar esos hermosos deseos. "Sus peticiones son muy nobles", dijo él. "Cumpliré sus deseos porque sé que lo harán realidad ustedes mismos".

Desde aquel día, el pueblo mágico cambió para mejor gracias a la ayuda de Tito, Juan y Marisa.

Los animales tenían comida abundante, los niños disfrutaban de nuevos parques llenos de juegos divertidos y cada animal abandonado encontraba un nuevo hogar lleno de amor. Tito, Juan y Marisa aprendieron una gran lección: que siempre es importante ayudar a quienes lo necesitan sin esperar nada a cambio.

Juntos demostraron cómo la amistad y el trabajo en equipo pueden hacer del mundo un lugar mejor. Y así, los tres amigos perrunos siguieron recorriendo el pueblo mágico, ayudando a todos aquellos que encontraban en su camino.

Siempre recordaron que, aunque fueran solo unos perros, podían hacer grandes cosas cuando trabajaban juntos y creían en sí mismos.

FIN.

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