Los Perros y el Secreto de la Muchola Familia



Era una calurosa tarde de primavera en el barrio de Villa Esperanza. Una familia muy unida, los Muchola, solía disfrutar de una buena merienda en su jardín cada domingo. Tenían una hermosa perra llamada Lila, que siempre estaba al acecho de las deliciosas galletas que la señora Muchola horneaba. Lila era una perra curiosa y un poco traviesa, pero todos la querían mucho.

Un día, mientras los Muchola merendaban, Lila notó algo extraño. A su lado, un grupo de perros callejeros se acercaba, atraídos por el aroma de las galletas. Lila, emocionada, decidió acercarse a ellos para ver qué querían.

"Hola, soy Lila. ¿Buscan algo?" - preguntó con su cola moviéndose alegremente.

"Sí, tenemos hambre. Somos los perros de la calle y no hemos comido bien en días" - respondió uno de ellos, llamado Rocky.

Lila, al escuchar esto, se sintió muy triste. Pensó que mientras su familia disfrutaba de galletas y un buen té, otros perros pasaban hambre. Lila miró a los Muchola y se le ocurrió una idea.

"Oigan, ¡tengo una idea!" - ladró emocionada. "¿Por qué no les pedimos a los Muchola que compartan su merienda con los perros de la calle?"

Los otros perros la miraron sorprendidos pero esperanzados. Con un ladrido de acuerdo, Lila se acercó al grupo de Muchola.

"Señores Muchola, tengo una petición muy especial" - dijo Lila con su mirada más encantadora. "He conocido a unos amigos que tienen mucha hambre. ¿Podríamos compartir nuestras galletas con ellos?"

Los Muchola se miraron entre sí, sorprendidos por la petición de Lila.

"Claro, Lila. Es importante compartir y ayudar a quienes lo necesitan" - dijo el señor Muchola, sonriendo.

"¡Genial!" - ladró Lila, corriendo de vuelta a sus nuevos amigos.

Los Muchola empezaron a cortar las galletas en trozos pequeños y, junto con un poco de agua, comenzaron a sacar comida para los perros de la calle. Lila se sentía muy feliz, y los otros perros no podían creer lo que estaba sucediendo.

Cuando los perros callejeros llegaron al jardín, sus ojos brillaban de alegría.

"¡Wow! ¡Esto es increíble!" - exclamó Rocky, mientras devoraba una galleta.

"Nunca había probado algo tan rico" - añadió otro perro llamado Bella, moviendo la cola con alegría.

La merienda se convirtió en un gran festín y los Muchola se sintieron muy contentos de haber ayudado. Todos los perros se juntaron alrededor de los Muchola, llenos de gratitud. De repente, Lila tuvo una idea más.

"Podríamos hacer esto cada semana. ¡Podríamos ser amigos!"

Los Muchola sonrieron.

"¡Sí, por supuesto! Cada domingo compartiremos nuestra merienda con nuestros nuevos amigos" - declaró la señora Muchola.

Así, cada semana los Muchola y Lila organizaban una merienda especial para los perros de la calle. El jardín se llenaba de ladridos y risas. Pronto, no solo los Muchola se volvieron amigos de los perros, sino que otros vecinos también se unieron a la causa.

La comunidad se unió para ayudar a los animales y crear un espacio más amigable para todos. Lila se convirtió en la heroína del barrio, y gracias a su gran corazón, no solo encontró nuevos amigos, sino que ayudó a muchos perros a tener un hogar, amor, y comida.

"Nunca subestimen el poder de una simple merienda" - dijo una vez el señor Muchola en una reunión vecinal. "A veces, un pequeño gesto puede hacer la diferencia en la vida de alguien".

Así, los Muchola, Lila y sus amigos construyeron no solo un jardín lleno de galletas, sino también una comunidad unida y solidaria, donde siempre había un plato de comida para aquellos que lo necesitaban.

Y desde aquel día, cada merienda en casa de los Muchola se disfrutaba el doble, porque sabían que el amor y la amistad son los ingredientes más importantes de todos.

FIN.

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