Los Pleyadianos y el Viaje a la Tierra



Era una noche estrellada en el rincón más remoto del universo, donde brillaban con fuerza las estrellas de Las Pléyades. En medio de este espectáculo celestial, un grupo de seres mágicos, los pleyadianos, se reunía en su hogar resplandeciente.

Un pleyadiano pequeño, llamado Lira, con grandes ojos azules y cabellos de colores brillantes, miraba a las estrellas con curiosidad.

"¿Qué habrá en la Tierra?" - se preguntó en voz alta.

Sus amigos, Kiro, un pleyadiano alto y juguetón, y Tula, quien siempre tenía una respuesta brillante, se unieron a Lira.

"¡Vamos a investigar!" - dijo Kiro, emocionado.

"Sí, pero debemos llevar algo especial para ayudar a la gente de allí" - sugirió Tula.

Juntos, decidieron crear un brillo mágico, una luz de amor y paz, que ayudaría a los habitantes de la Tierra a encontrar la armonía. Con un toque de su magia, hicieron que la luz se volviera brillante y colorida.

Una vez listos, los pleyadianos subieron a su nave estelar, realizada con cristal y energía estelar. Al despegar, la nave giró y danzó entre las estrellas hasta que finalmente llegó a la Tierra.

"¿Dónde estamos?" - preguntó Lira, aterrizando suavemente en un hermoso bosque.

"Creí que había mucho más ruido en este planeta" - comentó Kiro mientras observaba los pájaros volar.

Al poco tiempo de llegar, los pleyadianos vieron a un grupo de niños jugando cerca de un arroyo.

"Mirá, ahí hay personas, vamos a ayudarles" - dijo Tula, y todos asintieron.

Se acercaron a los niños y les ofrecieron su luz mágica, pero los niños, asombrados, se detuvieron.

"¿Quiénes son ustedes?" - preguntó una niña llamada Ana, con ojos sorprendidos.

"¡Somos los pleyadianos! Venimos a traeros paz y alegría" - respondió Kiro, haciendo una mueca divertida.

"¡Pleyadianos! Nunca escuché de ustedes!" - exclamó un niño llamado Lucas, que tenía una gran sonrisa.

Los pleyadianos comenzaron a contarles historias de su hogar en las estrellas y de cómo ayudaban a otros planetas.

"La paz es como una luz que todos llevamos dentro. Pueden encenderla con bondad y respeto" - explicó Tula, mientras la luz mágica brillaba con más intensidad.

"Pero, ¿y si a veces nos peleamos o sentimos celos?" - preguntó Ana, inquieta.

Lira pensó por un momento y dijo:

"Está bien sentir eso, pero lo importante es recordar que en nuestro corazón hay amor para compartir. Cuando nos sintamos tristes o enojados, ¡podemos elegir encender nuestra luz!"

Los niños empezaron a entender el mensaje de los pleyadianos y, poco a poco, decidieron practicarlo. Empezaron a ayudar a unos a otros: prestaban juguetes, compartían meriendas y se ayudaban en los juegos.

"¡Esto es increíble!" - gritó Lucas lleno de alegría.

"Así es, ¡la luz se va esparciendo!" - añadió Lira entusiasmada.

Sin embargo, un niño nuevo, que llegó al grupo, estaba muy triste. Se llamaba Tomás y no sabía cómo unirse a los demás.

"No tengo juguetes y no sé jugar con ustedes" - dijo Tomás, con lágrimas en los ojos.

Kiro, observando la situación, se acercó rápidamente a él.

"¡No necesitas juguetes para jugar! Practiquemos juntos!" - ofreció.

Así, Kiro enseñó a Tomás algunos juegos divertidos que podían hacerse sin nada. Lira y Tula se acercaron y unieron sus luces, creando una danza mágica.

"¡Mirá, Tomás! ¡Nuestro brillo puede unirse y crear algo más hermoso! Eso es lo que ocurre cuando trabajamos juntos" - dijo Tula.

Tomás, al ver la magia, sonrió por primera vez.

"¿Puedo ser parte de esto también?" - preguntó tímidamente.

"¡Claro! Todos pueden brillar" - afirmó Lira, iluminando a todos con su bondad.

Desde ese día, Tomás se unió a los juegos y se hizo amigo de los demás, sembrando aún más alegría en el grupo. Los pleyadianos se dieron cuenta de que la tierra estaba llena de luz, solo que a veces era necesario recordarles cómo encenderla.

Después de un día lleno de aventuras y aprendizaje, los pleyadianos se despidieron de sus nuevos amigos.

"Siempre recuerden que pueden encender su luz con bondad y amor" - dijo Tula mientras la nave se preparaba para salir.

Cuando regresaron a Las Pléyades, Lira, Kiro y Tula sabían que habían dejado una chispa de paz y armonía en el corazón de los niños de la Tierra.

"Y así, quizás un día, viajarán a otras partes del universo para compartir lo que aprendieron" - agregó Kiro, con una sonrisa resplandeciente.

Y así, los pleyadianos siguieron explorando el cosmos, llevando su luz y amor a cada rincón del universo, recordando siempre la magia que existe en la bondad compartida.

FIN.

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