Los Poliedros Solidarios
En una pampa lejana, donde los árboles bailaban al compás del viento y el sol brillaba con fuerza en el cielo azul, vivían unos poliedros regulares muy especiales.
Había un cubo llamado Rubén, un tetraedro llamado Tina, un octaedro llamado Óscar y un icosaedro llamado Iván. Ellos eran grandes amigos y pasaban sus días explorando la pampa, descubriendo nuevos rincones y disfrutando de la naturaleza.
Un día, mientras jugaban cerca de un arroyo cristalino, se encontraron con una esfera muy triste. La esfera les contó que se sentía sola porque no podía rodar como lo hacían ellos. Los poliedros decidieron ayudar a la esfera a encontrar su lugar en la pampa.
"No te preocupes", dijo Rubén con optimismo, "juntos encontraremos una solución". Los cuatro amigos pensaron y pensaron hasta que Óscar tuvo una brillante idea: construir una rampa con palitos de árbol para que la esfera pudiera rodar suavemente por la pampa.
Todos se pusieron manos a la obra y pronto tenían lista la rampa. "¡Listo! Ahora podrás rodar como quieras", exclamó Tina emocionada. La esfera comenzó a rodar por la rampa con alegría, dando vueltas y más vueltas sin parar.
Estaba tan feliz que empezó a brillar con luz propia. "¡Gracias por ayudarme a encontrar mi camino!", dijo la esfera radiante de felicidad. Los poliedros sonrieron satisfechos al verla tan contenta.
Habían demostrado que juntos podían superar cualquier desafío. Pero justo cuando estaban celebrando su éxito, escucharon un llanto proveniente del bosque cercano. Era un dodecaedro que estaba atrapado entre las ramas de un árbol grande y frondoso.
"¡Ayúdenme por favor! No puedo salir de aquí", suplicaba el dodecaedro angustiado. Sin dudarlo ni un segundo, Rubén, Tina, Óscar e Iván corrieron hacia el árbol y trabajaron juntos para liberar al dodecaedro. Con ingenio y cooperación lograron sacarlo sano y salvo.
"¡Muchas gracias por rescatarme! Pensé que nunca volvería a ser libre", expresó el dodecaedro emocionado. Los poliedros se abrazaron entre sí, felices de haber ayudado a otro amigo en apuros. Se sintieron orgullosos de ser solidarios y comprensivos unos con otros.
Desde ese día, los poliedros regulares aprendieron que trabajar en equipo era fundamental para superar obstáculos y brindarse apoyo mutuo en todo momento. Juntos recorrían la pampa explorando nuevos horizontes, siempre dispuestos a tender una mano amiga a quien lo necesitara.
Y así vivieron felices para siempre en armonía con la naturaleza que los rodeaba.
FIN.