Los Pollitos Arcoíris
Había una vez, en un hermoso granero en el campo argentino, una gallina llamada Carlota. Carlota era muy especial porque aunque no había puesto los huevos de esos pollitos, decidió adoptarlos y cuidarlos como si fueran suyos.
Los pollitos eran cinco: Blanca, la más pequeñita y de plumas blancas; Negrito, el único pollito negro del grupo; Amarillo y Dorado, dos hermanitos amarillos y brillantes; y Rosita, la única pollita rosada entre todos ellos. Carlota los protegía día y noche.
Les enseñaba a buscar comida e incluso les contaba historias sobre el mundo exterior que los esperaba cuando crecieran. Los días pasaban tranquilos y felices para todos.
Pero un día, mientras jugaban en el patio del granero, algo inesperado ocurrió: ¡los pollitos comenzaron a cambiar de color! Blanca se volvió grisácea; Negrito adquirió manchas amarillas en sus plumas negras; Amarillo se tornó verde limón; Dorado ahora tenía rayas naranjas y Rosita estaba cubierta por manchas azules.
Los pollitos estaban confundidos y asustados. No entendían qué les estaba sucediendo ni por qué cambiaban de color tan repentinamente. Se acercaron a Carlota buscando respuestas. "¡Mamá Carlota! ¿Por qué estamos cambiando de color?", preguntó Blanca con preocupación.
"No lo sé mis queridos hijos", respondió Carlota con ternura. "Pero recuerden que lo importante no es cómo nos vemos por fuera, sino cómo somos por dentro". Los días siguientes fueron difíciles para los pollitos.
Las otras aves del granero comenzaron a burlarse de ellos por su apariencia diferente. Se sentían tristes y desanimados. Un día, mientras caminaban cerca del río, encontraron un espejo mágico en el suelo.
Decidieron mirarse en él y se sorprendieron al ver que sus colores habían vuelto a la normalidad. "¡Miren! ¡Volvimos a ser como antes!", exclamó Rosita emocionada. "Es cierto", agregó Amarillo. "Pero ahora entiendo que no importa cómo nos veamos, sino lo que somos".
Con esta nueva comprensión, los pollitos regresaron al granero con una actitud valiente y segura de sí mismos. No importaba si eran grises, amarillos o azules; sabían que eran especiales y únicos en su propia forma.
Las demás aves del granero quedaron asombradas al ver la confianza de los pollitos y cómo se aceptaban mutuamente sin importar el color de sus plumas. Pronto, todos aprendieron la lección de amor y tolerancia que los pequeños les enseñaron.
Desde ese día en adelante, los pollitos vivieron felices junto a Carlota y las demás aves del granero. Aprendieron que la diversidad es algo hermoso y que todos merecen ser respetados tal como son.
Y así termina nuestro cuento sobre unos pollitos adoptados por una gallina especial, quienes descubrieron el valor de ser diferentes y enseñaron a todos una lección muy importante: ¡que lo más importante está en nuestro interior!
FIN.