Los pregoneros de la libertad



Había una vez en la hermosa ciudad de Buenos Aires, durante la Revolución de Mayo, un grupo de niños curiosos que se encontraban jugando en las calles del barrio.

Entre risas y travesuras, escucharon a lo lejos los sonidos de tambores y trompetas que anunciaban algo importante. - ¡Qué será eso! -exclamó Emilio, el más valiente del grupo. - Debe ser algún tipo de celebración -dijo Martina, la más sabia.

Intrigados por los sonidos festivos, decidieron seguirlos hasta llegar al Cabildo. Allí se encontraron con una multitud reunida frente al edificio histórico, ondeando banderas celestes y blancas. - ¡Es la Revolución de Mayo! -gritó emocionado Juanito. Los niños no podían creer lo que veían.

Había gente cantando, bailando y gritando consignas patrióticas. Se sumaron a la celebración con entusiasmo, sin entender muy bien qué significaba todo aquello. Fue entonces cuando vieron a un hombre subirse a un balcón y comenzar a hablar en voz alta.

- ¡Ciudadanos! ¡Hoy es un día histórico para nuestra querida Argentina! -anunció el hombre con pasión. Los niños escuchaban atentamente cada palabra que salía de su boca.

A medida que el hombre hablaba sobre la importancia de luchar por la libertad y la independencia del país, los pequeños sentían cómo algo especial crecía en sus corazones. Al terminar el discurso, los niños se miraron entre sí con determinación.

Sabían que debían hacer algo para ayudar en esta causa tan noble. Fue entonces cuando recordaron los pregones que solían escuchar en las calles: "¡Agua fresca!", "¡Reparación de sillas!" o "¡El panadero!".

- ¡Ya sé qué podemos hacer para apoyar esta revolución! -exclamó Martina con entusiasmo. Los niños decidieron convertirse en "pregoneros patriotas", recorriendo las calles y anunciando mensajes sobre la libertad y la igualdad para todos los argentinos.

Con pancartas improvisadas y voces llenas de energía, llamaban la atención de todos los vecinos que salían a sus balcones para escucharlos. Día tras día, los niños recorrían las calles llevando su mensaje de esperanza e inspiración. La gente los aplaudía y les daba ánimos para seguir adelante.

Pronto se convirtieron en pequeños héroes populares dentro del barrio. Un mes después, Buenos Aires vibraba con el éxito de la Revolución de Mayo. Los españoles habían sido expulsados y Argentina comenzaba su camino hacia la independencia.

Los niños sabían que su pequeño granito de arena había contribuido a ese logro tan importante para su país. Desde entonces, cada año se recordaba aquella jornada histórica donde unos valientes niños decidieron levantar sus voces por una causa justa y noble.

Y así fue como aquel día inolvidable en el Cabildo quedó grabado en la memoria colectiva como ejemplo de coraje y solidaridad para las generaciones futuras.

FIN.

Dirección del Cuentito copiada!