Los Primeros Ojos de Misi
Era un día soleado en el pequeño rincón de la casa, donde Misi, un gatito recién nacido, estaba acurrucado junto a su mamá en una suave manta. Misi nunca había dado el primer paso para abrir sus ojitos, pero ese día parecía especial. Con un gran esfuerzo, levantó un poco la cabecita y, por primera vez, sintió que algo lo impulsaba a descubrir el mundo.
Con un susurro, Misi parpadeó varias veces y finalmente, sus ojitos se abrieron de par en par. "¡Wow!"- exclamó Misi, asombrado por lo que los rodeaba. Todo era nuevo para él; los colores, las formas y, sobre todo, su mamá.
"Hola, pequeño Misi. Soy tu mamá, y estoy aquí para cuidarte"- dijo su mamá, acariciándole suavemente con su pata. La voz de su mamá era cálida y reconfortante.
Misi miró a su alrededor. El lugar era un mundo lleno de luces suaves, sombras juguetonas y cosas curiosas. "¿Qué es eso?"- preguntó señalando una pequeña bola de estambre que giraba lentamente.
"Esa es una bola de estambre, es muy divertida para jugar... pero mucho cuidado, ¡no te la tragues!"- respondió su mamá, haciendo un gesto juguetón con la pata.
Misi se acercó a la bola, intrigado por los colores brillantes y el movimiento. Pero cuando intentó atraparla, ¡cayó de cabeza! Rió a carcajadas (aunque solo emitió un pequeño maullido) y se dio cuenta de que el mundo no solo era fascinante, sino también lleno de sorpresas.
De repente, una sombra se asomó por una ventana. Era el sol, que iluminaba todo. "¡Mirá, mamá! ¡El sol brilla!"- dijo Misi emocionado.
"Sí, cariño, el sol nos da luz y calidez. Es importante disfrutar de sus rayos, pero no olvides cuidarte de no asolearte demasiado"- le aconsejó su mamá con cariño.
Mientras exploraban juntos, Misi vio una mariposa revoloteando en el aire. Cada vez que intentaba alcanzarla, esta volaba más alto. "¿Por qué no puedo seguirla?"- preguntó Misi frustrado.
"Las mariposas son rápidas y ligeras, pero eso no significa que no puedas disfrutar de su vuelo. A veces, es mejor observar y aprender"- le explicó su mamá.
Con una sonrisa, Misi decidió sentarse y admirar la danza de la mariposa. Finalmente, aprendió que no siempre necesita atrapar lo que ve; a veces, el disfrute viene simplemente de observar.
De pronto, escuchó un ruido detrás de ellos. Era su hermana, quien también había abierto los ojos. "¡Misi, mirá todo lo que hay! ¡Es increíble!"- gritó su hermana, llenando el aire con su energía.
Juntos, comenzaban una nueva aventura. Se deslizaron hacia un espejito que reflejaba sus tiernas caritas. "¡Mirá! ¡Hay más de nosotros!"- rió Misi al ver su reflejo.
"Creo que somos más de los que pensamos, Misi. Debemos cuidarnos y siempre estar juntos"- dijo su hermana con seriedad. Su mamá, que observaba todo desde cerca, sintió su corazón rebosar de amor.
Mientras la tarde avanzaba, Misi y su hermana continuaron explorando el mundo a su alrededor, jugando en su pequeña burbuja de felicidad. Aprendieron sobre el calor del sol, lo divertido que era jugar con la bola de estambre, lo hermoso que era observar la mariposa, y lo especial que era tener una familia.
Con el sol poniéndose en el horizonte, Misi se acurrucó junto a su mamá y su hermana, sintiendo que el mundo era un lugar inmenso lleno de misterios por descubrir. Y mientras parpadeaba sus pequeños ojos, se prometió nunca dejar de explorar y, sobre todo, de aprender.
Nunca antes había entendido que el amor y el cuidado de su familia lo acompañarían en cada paso que diera en este viaje llamado vida.
"Mamá, ¿puedes contarme más sobre el mundo?"- preguntó Misi, con sus ojos brillantes llenos de curiosidad.
"Por supuesto, pequeño, tengo muchas historias que contarte, y cada día será una nueva aventura"- respondió su mamá, abrazándolos con calidez.
Y así, en ese pequeño rincón de la casa, Misi y su hermana descubrieron que cada nuevo día les traería más asombros, más amor, y siempre, una oportunidad para aprender.
FIN.