Los Primitos y la Casa Embrujada
Era un día soleado en el tranquilo pueblo de Villa Esperanza, cuando dos primos, Lucho y Tati, decidieron embarcarse en una nueva aventura. .
"Nadie se atreve a ir a la Casa de los Abuelos Santos", comentó Lucho, desafiando a su prima.
"Vamos a investigar, Lucho. Tengo muchas ganas de descubrir ese misterio", respondió Tati con entusiasmo.
La Casa de los Abuelos Santos estaba abandonada hacía años. Se decía que por las noches se oían risas y pasos en su interior. Mientas se acercaban, los árboles parecían susurrar secretos entre sí.
"¿Sentís eso? Parece que la casa nos está llamando", dijo Lucho mirando con inquietud a su prima.
"No te asustes, es solo la brisa. Vamos a entrar", le respondió Tati con determinación.
Al abrir la puerta, un crujido resonó, como si la casa estuviera saludándolos. Adentro, el polvo cubría los muebles y las telarañas danzaban en las esquinas.
"¿Dónde empezamos?", preguntó Lucho mirando a su alrededor.
"Creo que deberíamos revisar el ala izquierda, ¡parece la más misteriosa!", sugirió Tati.
Se acercaron a una habitación decorada con viejas fotos de la familia Santos. Al observarlas, Tati notó algo raro
"¡Mirá, atrás de esta foto hay un mapa!", gritó emocionada.
"¿Un mapa? ¿De qué?", preguntó Lucho intrigado.
"Parece ser del jardín, ¡tal vez haya un tesoro escondido!", dijo Tati.
Sin pensarlo dos veces, los primos salieron al jardín. El mapa los llevó hasta un viejo sauce cuyas raíces parecían esconder algo.
"¿Te imaginas que sea un tesoro de verdad?", dijo Lucho saltando de alegría.
"Solo hay una manera de averiguarlo. ¡A cavar!", respondió Tati.
Con palas improvisadas hechas de ramas, comenzaron a excavar. Al poco tiempo, sus palas chocaron contra algo duro.
"¡Lo encontramos!", gritó Lucho emocionado. Sacaron una caja de madera cubierta de barro y raíces.
"¡Espera! Antes de abrirla, debemos asegurarnos de que no haya trampas", dijo Tati, recordando las historias de aventuras.
Lucho, aunque temerosamente, comenzó a abrir la caja y dentro hallaron… ¡libros antiguos!"¿Libros?", preguntó Lucho con decepción.
"¡Sí, pero mirá! Son libros de cuentos y aventuras. ¡Podemos leerlos juntos!", dijo Tati con una sonrisa.
En ese momento, los primos escucharon un sonido, como si los libros estuvieran susurrando entre sí.
"Escuché algo", dijo Lucho mirando hacia atrás.
"Son nuestros amigos, los cuentos. Nos están agradeciendo por descubrirlos", contestó Tati.
Comprendieron que la verdadera magia de la casa no era el tesoro, sino las historias que llevaban dentro.
Salieron de la casa con el corazón contento. Decidieron leer un cuento cada tarde, en el viejo sauce del jardín, disfrutando de la aventura que vivieron juntos.
Desde entonces, la Casa de los Abuelos Santos ya no fue vista como una casa embrujada, sino como un lugar lleno de historias y amigos, que esperaban ser descubiertas por cada nuevo visitante.
Y así, Lucho y Tati aprendieron que a veces, el verdadero tesoro no es algo que se puede tocar, sino un mundo lleno de imaginación y la magia que compartimos al contar historias.
FIN.