Los Ratones y el Gran Disfraz



En una pequeña y acogedora casa de campo, vivían dos ratones muy curiosos y valientes: Roberto y Jennifer. Siempre exploraban su hogar en busca de deliciosos quesos y nuevas aventuras. Sin embargo, había un gran obstáculo que siempre les complicaba la vida: el temible gato Ron Ron.

Ron Ron era un gato enorme y perezoso, pero también muy astuto. Siempre estaba al acecho, listo para atrapar a cualquier ratón que se atreva a salir de su escondite. Un día, Roberto y Jennifer se miraron con determinación y decidieron que no podían dejar que el gato les impidiera disfrutar de la vida.

"¿Y si hacemos algo diferente para pasar desapercibidos?" - sugirió Roberto.

"¡Claro! Podemos disfrazarnos de medias. A Ron Ron le encantan las siestas, y nunca se fijaría en un par de medias en el suelo" - respondió Jennifer, emocionada por la idea.

Así que los dos ratones buscaron en la casa y encontraron un par de medias de colores brillantes. Con astucia, las llenaron de pajas y se deslizaron dentro de ellas, transformándose en un par de medias rodantes.

"¡Listo! ¡Ahora tenemos que ser muy sigilosos!" - dijo Roberto, mientras se acomodaba la media sobre su cabeza.

"Sí, ¡concentrémonos! No dejemos que Ron Ron nos atrape" - añadió Jennifer, sintiéndose un poco nerviosa pero también emocionada.

Con sus nuevas vestimentas, los ratones salieron de su escondite, y se deslizaban por el suelo, rodando de un lado a otro y riendo a escondidas. El gato Ron Ron estaba dormido en su sillón, roncando y disfrutando de su siesta. Los ratones lograron avanzar por toda la sala sin que él se diera cuenta.

De repente, mientras exploraban el salón, Jennifer vio un trozo de queso delicioso en la mesa.

"¡Mira, Roberto! ¡Queso!" - exclamó Jennifer, señalando con su patita.

"Sí, pero está muy alto. ¿Cómo llegaremos?" - respondió Roberto, preocupado.

"¡Lo lograremos! Solo tenemos que hacer un pequeño plan" - dijo Jennifer con confianza.

Ambos ratones hicieron una cadena con sus medias y, utilizando un gran salto, lograron alcanzar el queso. Era un momento de gran felicidad hasta que, de repente, Ron Ron se despertó y los vio.

"¡Ratones! ¡No!" - gruñó el gato, con la mirada fija en ellos.

"¡Rápido, a correr!" - gritó Roberto, mientras comenzaban a rodar con todas sus fuerzas.

Los ratones rodaron por el suelo, tratando de evadir al gato que, enfurecido, se lanzó sobre ellos. Sin embargo, olvidaron que estaban disfrazados de medias. Ron Ron se detuvo en seco, confundido.

"¿Qué son esas cosas?" - se preguntó el gato, mientras se acercaba con curiosidad.

Roberto y Jennifer estaban aterrorizados, pero rápidamente supieron que debían improvisar.

"¡Modelemos!" - dijo Roberto, comenzando a hacer movimientos graciosos como si fueran medias bailarinas. Jennifer lo siguió, y pronto estaban dando saltos y rodando como si estuvieran en una función de teatro.

"¡Mira cómo giramos, Ron Ron!" - dijo Jennifer, con una sonrisa.

Ron Ron, en lugar de correr tras ellos, se quedó mirando con unos ojos muy abiertos.

"Nunca había visto unas medias bailarinas antes…" - murmuró, intrigado.

Y así los ratones continuaron bailando. El gato, que había olvidado totalmente su intención de atraparlos, comenzó a reírse.

"¡Son las mejores medias que he visto en mi vida!" - exclamó.

"¡Gracias, pero somos ratones!" - dijo Roberto, mientras Jennifer se reía.

El gato, aún riendo, no logró atraparlos, y decidió que esos ratones bailarines merecían ser sus amigos.

"¿Por qué no son mis compañeros de juego?" - preguntó Ron Ron, ahora con una sonrisa amigable.

"Podemos ser amigos, pero solo si no nos persigues. ¡Prometemos hacer shows de baile!" - sugirió Jennifer, viendo una oportunidad.

Así, Roberto, Jennifer y Ron Ron hicieron un trato. Desde ese día, los tres se volvieron amigos y juntos realizaron espectáculos de danza en la casa. Los ratones dejaron de temerle al gato, y el gato dejó de ser temido por los ratones.

La historia de los tres amigos se convirtió en una leyenda en la casa: un recordatorio de que a veces, la creatividad y la amistad pueden transformar a los enemigos en aliados.

Y así, en ese hogar lleno de risas y música, cada día era una nueva aventura, y jamás faltaba el queso.

La moraleja de la historia es que con ingenio y un poco de humor, podemos superar nuestros miedos y transformar situaciones difíciles en amistad y alegría.

FIN.

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