Los Reyes Magos y la Nieve Mágica



Hace mucho tiempo, en un reino lejano, tres Reyes Magos decidieron llevar regalos a los niños de la tierra. Melchor, Gaspar y Baltasar, conocidos por su sabiduría y generosidad, se preparaban para su largo viaje en una noche de Navidad. Pero este año, el clima había decidido jugarles una broma: una gran nevada cubrió todo el paisaje, y los caminos estaban intransitables.

- ¡No podemos quedarnos aquí! -exclamó Melchor, mirando por la ventana de su palacio nevado.

- Pero, ¿cómo vamos a entregar los regalos si no podemos salir? -se lamentó Gaspar, con el rostro lleno de preocupación.

- Tal vez deberíamos esperar hasta que la nieve se disipe -sugirió Baltasar, jugando con un copo de nieve que había entrado por la ventana.

Los tres Reyes estaban tristes, pero sabían que debían encontrar una solución. Mientras discutían su situación, escucharon un pequeño ruido en la puerta.

- ¿Qué será eso? -preguntó Melchor, acercándose cautelosamente.

Al abrir la puerta, encontraron a un pequeño niño llamado Tomás, que había quedado atrapado en la nevada.

- ¡Ayúdame! -pidió entre sollozos-

¡Mi perro, Rocco, se perdió en la nieve y no sé dónde buscarlo!

Gaspar, conmovido por el llanto del niño, dijo: - No podemos dejar que otro corazón se hunda en la tristeza. ¡Debemos ayudarlo!

Baltasar asintió y agregó: - ¡Tienes razón! Ser Reyes significa ayudar a aquellos que lo necesitan.

- Entonces, ¡vamos a buscar a Rocco! -declaró Melchor, decidido.

Los Reyes Magos se abrigaron bien y salieron en busca del perrito. La nieve caía con fuerza, cubriendo todo a su alrededor. Mientras caminaban, el viento azotaba sus rostros y la visibilidad se volvía cada vez más complicada.

De pronto, llegaron a un claro en el bosque, donde algo brillaba entre los copos de nieve.

- ¿Qué es eso? -preguntó Gaspar, acercándose cautelosamente.

- No lo sé, pero debemos tener cuidado -respondió Baltasar.

Cuando se acercaron, se dieron cuenta de que era una cama de pajes de nieve, formada por los cachorros que habían salido a jugar. Cada uno de ellos parecía feliz, pero no había rastro de Rocco.

- ¡No está aquí! -gritó Tomás, muy triste.

- Tal vez Rocco esté buscando algo de ayuda -dijo Melchor, alentando a Tomás.

- Si todos trabajamos juntos, quizás podamos encontrarlo.

Los Reyes comenzaron a hacer pequeñas bolas de nieve, creando un gran muñeco para llamar al perro.

- ¿Rocco! -gritó Baltasar mientras levantaba una bola de nieve.- ¡Ven aquí! ¡Te estamos buscando!

De repente, un pequeño ladrido se escuchó en la distancia.

- ¡Es Rocco! -exclamó Tomás, emocionado.

Los corazones de los Reyes se llenaron de alegría, pero el ladrido sonó más débil. Con el corazón en la boca, los tres Reyes decidieron seguir el sonido hasta un pequeño arbusto.

- ¡Miren! -dijo Gaspar, señalando hacia el arbusto.- ¡Ahí está!

Rocco estaba atrapado, pero a su lado había un pequeño grupo de animales: un conejo, un zorro y un pájaro.

- ¡Ayúdame! -lloraba Rocco.

- ¿Por qué no me ayudaron? -preguntó el conejo, sorprendido.

- Todos pensábamos que podíamos arreglárnoslas por separado -dijo Baltasar, comprendiendo la situación.

Entonces, los Reyes comenzaron a tener ideas:

- ¡Podemos hacer un gran puente con ramas! -sugirió Melchor.

Así, todos los animales, guiados por los Reyes, se unieron para ayudar a Rocco. Juntos, arrastraron ramas y formaron un puente seguro que permitiera al perrito salir de su trampa.

Una vez liberado, Rocco se lanzó a los brazos de Tomás, dando vueltas de felicidad. El niño abrazó a su perrito y luego a los Reyes.

- ¡Gracias, gracias! -decía, entre risas y lágrimas de alegría.

- No hay de qué -respondió Gaspar, con una sonrisa-. Aprendimos que la unión hace la fuerza.

Con el corazón alegre, los Reyes Magos finalmente se despidieron de Tomás, prometiendo regresar el próximo año con regalos. Emprendieron el camino de regreso, esta vez sintiendo que la nevada era una bendición que los había unido a todos.

- Quizás, la magia de la Navidad no sean solo los regalos -reflexionó Baltasar mientras miraba la bellísima nevada.

- ¡Es cierto! -asintió Melchor.- La verdadera magia está en ayudar a los demás y en las amistades que hacemos.

Y así, entre risas y enseñanzas, los Reyes Magos se fueron, dejando en la nieve no solo huellas, sino también el recuerdo de una Navidad inolvidable.

Desde aquel día, cada Navidad se celebraba en el reino como un recordatorio de unión, generosidad y el verdadero espíritu de dar.

FIN.

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