Los Ritmos de Juli y Maite



En una pequeña ciudad, había dos maestras de baile urbano llamadas Juli y Maite. Ambas eran apasionadas por la danza y soñaban con inspirar a los más chicos a expresarse a través del movimiento.

Un día, mientras estaban en la sala de ensayos, Juli dijo: "Maite, ¿no te parece que el barrio necesita un lugar donde todos puedan bailar y divertirse?"

"¡Totalmente!" respondió Maite entusiasmada. "¡Podríamos hacer una clase gratuita para que los chicos puedan venir y aprender a bailar!"

Ambas se pusieron manos a la obra y unieron sus fuerzas para organizar un taller de baile urbano en el parque del barrio. Hicieron volantes, hablaron con los vecinos y unieron a toda la comunidad.

El día del taller llegó y, para su sorpresa, el parque estaba lleno de chicos y chicas que querían aprender.

"¡Bienvenidos al primer taller de baile urbano!" gritó Juli con una gran sonrisa.

"Vamos a divertirnos y aprender a mover el cuerpo al ritmo de la música!" añadió Maite.

Los niños estaban muy entusiasmados, pero al poco tiempo, algunos comenzaron a desalentarse.

"No puedo, no sé bailar como ustedes" dijo Lucas, un niño tímido que estaba en la esquina.

"No te preocupes, Lucas. Todos comenzamos sin saber. Lo importante es intentarlo y no rendirse" le respondió Maite.

Animado por las palabras de la maestra, Lucas dio un paso adelante. Poco a poco, todos los niños se fueron sumando a la clase y empezaron a disfrutar de la danza. Juli y Maite enseñaron pasititos básicos y, mientras todos se movían, la energía en el aire era contagiosa.

Sin embargo, en medio de la alegría, llegó un grupo de adolescentes que comenzaron a burlarse de los chicos.

"¿Qué están haciendo? ¡Bailar es para los que no tienen nada mejor que hacer!" se rieron.

Los niños se sintieron incómodos y algunos comenzaron a dejar de bailar. Juli notó que la energía del taller estaba decayendo y decidió intervenir.

"Oigan, ¿saben qué? Bailar no se trata de ser el mejor o el más talentoso. Se trata de disfrutar, de liberar lo que llevamos adentro y de unirnos a través de la música. ¡Quiero ver a todos bailando, incluso ustedes líderes!" Argumentó Juli, mirando a los adolescentes.

Maite, apoyando la idea, agregó: "¡Vamos! Pueden unirse y mostrar su estilo. Esto es para disfrutar juntos!"

Sorprendidos, algunos adolescentes se miraron entre sí y decidieron unirse al taller. Para su asombro, se dieron cuenta de que estaban divirtiéndose y olvidando sus inseguridades. Al final de la clase, los adolescentes se acercaron a Juli y Maite.

"Lo sentimos. Fue muy divertido bailar con ustedes, nos dejaremos llevar más a menudo" dijo uno de ellos, mientras sonreía.

Al concluir el taller, Juli y Maite estaban felices. Pero una de las cosas que más les alegró fue ver a Lucas, llenándose de confianza al bailar frente a todos.

"¡Sí, lo logré!" grito Lucas, saltando de felicidad.

"Ese es el espíritu, Lucas. Nunca dejes de bailar y de creer en ti mismo" lo alentó Maite.

El taller se convirtió en un encuentro mensual en el parque, donde chicos de todas las edades llegaban a compartir su amor por la danza. Juli y Maite aprendieron que, a veces, lo que se necesita es un poco de coraje y muchas ganas de bailar para transformar un lugar y acercar a las personas.

Así, los días se llenaron de música, pasos y risas, y una comunidad unida a través de la danza.

"El baile nos une y nos hace más fuertes. ¡Nunca dejes de moverte!" dijeron Juli y Maite en sus clases, con una sonrisa que iluminaba el parque.

Fin.

FIN.

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