Los sabores del corazón


Había una vez un niño llamado Mateo que vivía en un pequeño pueblo. Mateo era un niño muy alegre y siempre tenía una sonrisa en su rostro.

Pero había algo que le encantaba más que cualquier otra cosa en el mundo: el helado. Mateo amaba tanto el helado que todos los días pedía a sus padres que lo llevaran a la heladería del pueblo.

Sin embargo, cada vez que le preguntaban qué sabor quería, él respondía siempre lo mismo: "¡Todos los sabores!". Sus padres se reían y decían: "Pero Mateo, no puedes comer todos los sabores de helado al mismo tiempo".

Y aunque eso era cierto, Mateo no se daba por vencido y seguía soñando con probarlos todos. Un día, mientras caminaba por la calle principal del pueblo con sus amigos Lucas y Valentina, vio un cartel pegado en la ventana de la heladería que decía: "¡Concurso de Comer Helados!".

Sus ojos se iluminaron de emoción al leerlo y les dijo a sus amigos: "¡Tenemos que participar!". Los tres amigos entraron corriendo a la heladería y se encontraron con el dueño del lugar, Don Carlos.

Les explicó las reglas del concurso: tenían que comerse diez bolas de helado cada uno en menos de cinco minutos. El ganador recibiría como premio todo el helado gratis durante un año entero.

Mateo estaba decidido a ganar ese premio para poder cumplir su sueño de probar todos los sabores de helado. Los niños comenzaron a comer rápidamente pero, después de unos minutos, Lucas y Valentina se rindieron. Solo Mateo seguía comiendo sin parar.

El tiempo pasaba y Mateo iba por la última bola de helado cuando sintió un dolor en el estómago. Se detuvo por un momento, pero luego recordó su sueño y siguió comiendo. Sin embargo, el dolor se intensificó y Mateo no pudo terminar su último helado.

Don Carlos se acercó a él con una sonrisa comprensiva y le dijo: "Mateo, has demostrado ser valiente y perseverante al intentar cumplir tu sueño. Pero recuerda que a veces es importante escuchar a nuestro cuerpo y cuidarlo".

Mateo asintió con la cabeza mientras se llevaba la mano al estómago adolorido. Entonces, Don Carlos continuó: "Aunque no hayas ganado el concurso, quiero premiarte de todas formas".

Y sacando una caja del mostrador le entregó a Mateo un cupón especial que decía: "Un helado gratis cada semana durante todo el año". Los ojos de Mateo se llenaron de lágrimas de alegría mientras abrazaba emocionado a Don Carlos.

Aprendió que aunque no siempre podemos tener todo lo que queremos al mismo tiempo, nunca debemos rendirnos en la búsqueda de nuestros sueños. Desde ese día, Mateo disfrutaba cada semana su helado gratis en la heladería del pueblo junto a sus amigos Lucas y Valentina.

Aprendió también a saborear cada bocado lentamente para disfrutarlo al máximo. Y así fue como el niño que quería helado aprendió una valiosa lección sobre perseverancia, escucha interior y gratitud.

Y aunque aún no había probado todos los sabores, estaba feliz y satisfecho con cada helado que disfrutaba.

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