Los Sage y el Valle de la Esperanza



Érase una vez, en un hermoso valle que separaba a dos reinos, vivían unas criaturas mágicas llamadas Sage. Eran pequeñas, de colores vibrantes y tenían la habilidad especial de hacer crecer las plantas más hermosas y sanas. Los Sage eran felices, danzando entre las flores y creando un ambiente lleno de vida.

Un día, los habitantes de los reinos cercanos, el Reino del Sol y el Reino de la Luna, comenzaron a hablar sobre el mágico valle.

"¡Ese valle es nuestro!", decía el Rey del Sol con una voz potente.

"No, pertenece a nuestro reino, ¡el Reino de la Luna tiene el derecho a cuidarlo!", respondía la Reina de la Luna con determinación.

Ambos reinos estaban llenos de ambición, y decidieron pelearse por el control del valle. Pero los Sage, preocupados por el destino de su hogar, se reunieron para discutir la situación.

"¿Qué hacemos? Si pelean, toda nuestra magia y el valle se perderán", dijo Sagea, la más sabia de todas.

"¡Debemos hacer algo! Tal vez podamos hablar con ellos", sugirió Saguito, el más pequeño y travieso.

Los Sage llegaron a la conclusión de que debían intentar mediar. Después de todo, ellos eran los guardianes del valle. El día de la pelea, volaron hacia el medio del valle, donde los reyes y sus ejércitos estaban listos para enfrentarse.

"Detengan!", gritaron juntos los Sage. Sus voces eran suaves, pero llenas de autoridad.

"¿Quiénes son ustedes?", preguntó el Rey del Sol, sorprendido por la aparición de las criaturas pequeñas y coloridas.

"Somos los Sage, guardians de este valle. Sin su magia, las plantas no crecerán, y el valle se marchitará", explicó Sagea.

"¿Qué significa eso?" preguntó la Reina de la Luna, cada vez más intrigada.

Los Sage, con grandes esfuerzos, mostraron a ambos reinos lo que sucedería si continuaban peleando. Con su poder, hicieron que las flores se marchitaran y el suelo se volviera árido.

"Miren, su ambición solo traerá destrucción", dijo Saguito, preocupado.

Los reyes, asustados, comenzaron a entender el mensaje. El Rey del Sol se acercó a la Reina de la Luna y dijo:

"Quizás deberíamos encontrar la forma de compartir el valle y las maravillas que ofrece".

"Estoy de acuerdo. Nuestros reinos pueden unirse y trabajar juntos, así el valle florecerá", respondió la Reina de la Luna, sonriendo finalmente.

Con ese acuerdo, los reyes cesaron la lucha, y juntos invitaron a todos los habitantes de ambos reinos a cuidar del valle y a los Sage. El valle comenzó a florecer más que nunca, y los reinos se llenaron de frutas, flores y alegría.

"Gracias, Sage. Gracias a ustedes hemos aprendido a vivir en paz", dijo el Rey del Sol, mientras los habitantes celebraban.

Los Sage se sintieron felices, sabiendo que su hogar estaba a salvo.

"Recuerden, amigos, la naturaleza es un regalo y debemos cuidarla juntos. No hay fuerza que pueda superar a la unidad y el respeto", concluyó Sagea con una sonrisa.

Y así, el valle se convirtió en un lugar donde los reinos coexistían en armonía, aprendiendo uno del otro y, sobre todo, de los pequeños Sage que lo hicieron posible. Y desde ese día, el viento traía consigo el murmullo de las risas de los Sage y la promesa de un futuro lleno de paz.

Así terminó la historia de los Sage y el Valle de la Esperanza, un lugar donde el amor y la unidad florecieron para siempre.

FIN.

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