Los Saltarines de la Plaza



Era un hermoso día soleado en la ciudad de Jardín Alegre. Los niños de 3 a 5 años estaban ansiosos por jugar en la plaza, donde siempre ocurrían cosas mágicas. Entre ellos estaban Lila, una niña con una risa contagiosa, y su amigo Mateo, un pequeño aventurero que siempre tenía una idea nueva.

"¡Lila! ¡Vamos a hacer saltos jaros!" - exclamó Mateo con una sonrisa.

"¿Saltos jaros? ¿Eso qué es?" - preguntó curiosa Lila.

"Son saltos altos y divertidos, donde brincamos como si fuéramos canguros. ¡Te va a encantar!" - respondió Mateo, moviéndose de un lado a otro.

Los niños se reunieron en la plaza y formaron un círculo, listos para saltar y jugar. Lila tomó la delantera y comenzó a brincar con alegría.

"¡Miren, soy un canguro!" - gritó mientras hacía sus primeros saltos jaros.

Todos se sumaron a ella, y pronto la plaza se llenó de risas y saltos. Pero de repente, Mateo se detuvo.

"¡Espera! ¡Podemos hacer algo más! ¿Qué tal si hacemos una patada sorpresa cada vez que saltamos?" - sugirió.

Los ojitos de los niños brillaron de emoción.

"¡Sí! ¡Así seremos los superhéroes saltarines!" - gritaron todos al unísono.

Comenzaron a hacer saltos jaros con sus patadas. Cada vez que saltaban, pateaban hacia adelante, como si tuvieran superpoderes. Uno de los niños, Tomi, hizo la patada más grande de todas.

"¡Miren esto!" - dijo Tomi mientras saltaba alto y daba una patada voladora.

Pero al caer, se tropezó con un pequeño bache.

"¡Ay!" - exclamó, pero rápidamente se levantó viendo que los demás estaban preocupados.

"¿Estás bien, Tomi?" - preguntó Lila, aproximándose con cuidado.

"Sí, sí, sólo fue un pequeño resbalón. ¡Los superhéroes también caen a veces!" - respondió Tomi mientras reía.

Los niños aplaudieron y lo animaron, continuando con los saltos y las patadas. En ese momento, la plaza se llenó de un aire de camaradería, todos apoyándose y cuidándose entre sí.

A medida que el sol comenzaba a caer, Mateo propuso algo especial.

"¿Y si hacemos una gran competencia de saltos jaros y patadas?" - sugirió emocionado.

Los niños acordaron formar equipos. Cada equipo debía realizar sus mejores saltos y patadas para impresionar al jurado: un grupo de patos que nadaban en la fuente.

"¡Rápido! ¡Hagamos nuestros mejores movimientos juntos!" - dijo Lila, animando a buscar los movimientos más creativos.

Y así lo hicieron. Uno hizo una pirueta en el aire, otro saltó más alto que todos, y Tomi volvió a intentar su patada voladora.

Al final, los patos —"votaron"  eligiendo a todos como ganadores. Cada niño recibió una medalla hecha de galletitas que había traído la abuela de Mateo.

"¡Nosotros somos los mejores saltarines!" - gritaron juntos, llenos de alegría.

Mientras se despedían, Lila, todavía con su medalla de galletita en la mano, dijo:

"¡Este fue el mejor día de todos! No sólo aprendimos a saltar y patear, sino que también aprendimos a cuidarnos y a celebrar juntos. ¡No puedo esperar para jugar nuevamente mañana!"

Y así, con risas y galletitas en mano, los niños prometieron que todos los días sería un nuevo día para aprender y disfrutar juntos.

En Jardín Alegre, no solo eran amigos, eran un gran equipo de saltarines llenos de imaginación y alegría.

FIN.

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